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Se escucha una voz temblorosa, resignada y temerosa, de un viejecito
               que suplica que le digamos las noticias a su hija, ya que teme ser él el
               portavoz que desencadene otra crisis de ansiedad con peores resultados.
               Contactamos a la psicóloga, pero, ¿Cuáles palabras son las indicadas,
               cuando se va a lastimar el alma? ¿Cuál es la voz dulce o adecuada para
               usar cuando de un “no los vas a volver a ver” se trata?
                  En mi siguiente turno, nos volvemos a encontrar y la siento estable,
               fuerte, luego de las sesiones psicológicas. “¿Cómo se siente?” pregunté
               y su respuesta denotó sabiduría: “Dios se ha llevado a mi esposo y des-
               pués a mi madre, pero me ha dejado un regalo: mi hijo, mi niño pequeño
               quien seguro me extraña tanto, pero no más de lo que yo a él. Además, mi
               padre, ese viejecito que me dio los estudios, quien me obligó a aprender
               y me enseñó que las mejores batallas son para los más valientes, espera
               por mí. Seguro extraña el café por la mañana que solo cuando yo lo
               hacía le fascinaba; y sí mi madre se ha ido, seguro desde el cielo espera
               que todas sus enseñanzas hoy me ayuden a enfrentar la vida. Estoy muy
               agradecida con todos ustedes por haber salvado la mía, cuando ya no
               la quería”.

                  De inmediato, le conté a breves rasgos lo que a mí me ocurría. Con el
               mismo tono calmado me contestó: “Muchas personas no se dan cuenta
               lo cansado y valiente que es salir de un oscuro estado mental. No se
               deje vencer, recuerde mi historia y que me quise rendir, pero que Dios y
               el destino hizo que fueran ustedes los que me dieron la oportunidad de
               volver a emprender”.

                  Perpleja me deja estas sabias palabras, de una enfermera deprimida,
               hacia un joven médico, que cursa con tratamiento para la depresión en
               estos tiempos de cuarentena. Época donde no se puede salir a acampar y
               mirar las estrellas, pero que sí permite aprender y enseñar que, si hoy la
               lluvia moja y la noche te hace mal, al final la luna sale y en la mañana, un
               nuevo sol te abrazará. Que aunque el alma duela encontrarás el equilibrio
               para vivir en paz y cuando todo pase volverás a empezar, volarás más alto
               y entenderás que cuando una historia termina, una nueva debe empezar.
                  Que, aunque la depresión invada tu alma, debes siempre volver amar
               y brindar ayuda a otro que quizás esta en tu lugar.  Hoy puedo decir que
               me encuentro en mi propio abismo, en espera de un tanto de paz, pero
               gracias a los consejos de mi paciente no me pienso dejar caer jamás.












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