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En toda esta confusión, las noticias y rumores sobre las sustancias
milagrosas que curan la enfermedad se multiplican. Si así fuera, de inme-
diato la situación se hubiera superado y la vida habría seguido su curso
regular, sin encierro, ni crisis. Pienso: “¿Qué nos falta como humanidad
para superar esta prueba?” .En lo personal quiero salir triunfante de
esto; me cuesta respirar, comer, ir al baño es complicado, hacer tareas
básicas es como escalar el Everest, y el recurrente pensamiento sobre la
posibilidad de morir es una puñalada constante. Saco fuerza de donde no
tengo, “¡Te derrotaré!” le digo.
Transcurren los días que los siento como siglos y lo único que quiero
llegar es al día catorce, otros dicen que son veintiuno, pero para mí ya
eran como mil días, así de largo es esto. ¡Qué cruz! Y pensar que el buen
lavado de manos con mucho jabón mata cualquier virus, cualquiera de
ellos; lo hice con frecuencia, más la mascarilla, distanciamiento, todas las
estrategias y medidas aplicadas, insistiendo en que la familia también la
aplique, repitiendo el mensaje hasta el cansancio.
Llegué a la meta, mientras los míos cursan la etapa asintomática.
Entre cuidados, recomendaciones y controles, me descubren una cicatriz
causada por la ingrata presencia del virus. Sí, una de las secuelas descu-
biertas en el mundo, corresponde a cicatrices pulmonares, cardiacas, neu-
rológicas, hepáticas, renales. Hay varias otras que siguen apareciendo.
He comenzado la etapa postcovid, y tengo que reincorporarme al tra-
bajo, para seguir enfrentando al Covid-19. Ojalá, cuando esto termine,
hayamos aprendido varias lecciones, buscando ser responsables, cuida-
dosos, convivientes en armonía y paz, entre todos.
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