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Esa experiencia me golpeó fuerte, pero habría más. Conforme pasaba
            el tiempo no solo eran los pacientes los enfermos, sino también amigos,
            compañeros de trabajo, familia los que se encontraban en riesgo; peor
            aún, fallecían personas con quienes meses atrás compartí abrazos, risas,
            buenos momentos. No estarían más. Vi marcharse de este mundo a ma-
            dres, padres, abuelos, hijos, colegas, y cada uno de ellos se llevó consigo
            un pedazo de mi corazón.

               Mientras escribo estas líneas, septiembre de 2020, la pandemia ya
            lleva  siete meses alterando  la cotidianidad  ecuatoriana.  Vivimos una
            nueva normalidad que implica uso obligatorio de mascarilla, distancia-
            miento de dos metros entre la gente, sistemas de circulación vehicular,
            redes sociales llenas de partes mortuorios, segunda ola, intentos de va-
            cuna fallidos, etc. La pesadilla de tener que llegar al trabajo disimulando
            que todo está bien es interminable, viviendo un día a la vez, pues no se
            sabe cuándo el virus toque el timbre y cruce la puerta de mi casa, o de la
            tuya, que lees esto. Existen familias que no tienen un pan para llevar a sus
            hogares, mucha gente desempleada a la espera del fin de este viacrucis
            para salir a luchar. La clave es disfrutar de los pocos momentos de alegría
            que suceden, pues son los que me, y nos, mantienen con vida.
               Este pequeño relato tal vez no logre expresar todo lo que he llegado a
            sentir durante este tiempo, pero he querido transmitir al lector mi expe-
            riencia como persona y como miembro del personal de salud. No sé en
            qué momento lea esto, si lo vivió igual que yo, sabe lo que quise trans-
            mitir; pero si lo hace cuando la pandemia haya pasado, quiero que sepa
            que todo lo que vivió el mundo no fue fácil. ¡Ni siquiera hay suficientes
            palabras para expresarlo! así que espero con todo mi corazón que jamás
            le toque vivir algo así. Cuide su salud, al prójimo y disfrute cada mo-
            mento con sus seres queridos.
               Y si hoy por hoy sigo en pie de lucha es por el amor y la gloria de
            Dios.





















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