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LA MEMORIA DEL CORAZÓN


                                             Por: Lcda. Diana Cahueñas Moreno

                  Todos hemos tenido que pasar por el incómodo momento de ente-
               rarnos que  en  nuestro  círculo  social  inmediato  han  existido casos de
               amigos, colegas y familiares contagiados con el virus SARS-COV2. Mu-
               chos de ellos ganaron la lucha por salir de una cama de hospital, sea cual
               sea el nivel de complejidad que haya necesitado su cuadro clínico, pero
               ¿Qué hay de las historias de los que partieron?
                  En todo caso, ser un paciente o estar hospitalizado, es una situación
               difícil de asimilar. Lo más desgarrador es que ese rol sea adoptado por
               alguien amado, cuya salud y bienestar dependen de lo que uno como pro-
               fesional conoce al respecto, por eso no ha sido fácil escribir estas líneas,
               ya que el recuerdo del último apretón de manos con Copito sigue intacto;
               como si esa noche fría de mediados de julio, fuese hoy.
                  Solo para entrar en contexto, él era un ser humano con virtudes y de-
               fectos como todos. Cuando niña, solía enseñarme a contar, leer y escribir;
               y, conforme avanzaba en la escuela, cargaba mi mochila camino a casa
               después de la jornada, con mucho gusto, más allá de lo pesada que era.
               Con el pasar de los años, empezó a mostrar deterioro cognitivo, el cual
               era manejable hasta que mamá partió, producto de un cáncer de mama
               fulminante. Ese instante, su memoria se nubló.

                  Son las decisiones más difíciles que esta familia ha tomado las que
               nos han mantenido de pie, con la firme convicción de que quien tiene a
               los que ama a su lado, lo tiene todo. Eso es lo que nos enseñó Copito:
               unidad, determinación y fortaleza. Es así que, al empezar a perderse en su
               mundo, la mejor elección fue internarlo en una casa de reposo. Siempre,
               más desde esa fecha, ha sido la fuente de inspiración de toda mi vida.
                  Siete años pasaron desde aquel instante. Allá tenía los cuidados ne-
               cesarios así como los elementos requeridos, y asistencia para realizar las
               actividades básicas de la vida diaria (ABVD)  . Al empezar la cuaren-
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               tena, con las restricciones consecuentes, las visitas se restringieron y se
               redujeron a video-llamadas organizadas por los cuidadores de los resi-
               dentes, así como al intercambio de fotos y videos, con el fin de mantener
               el contacto entre las partes. El hecho de que acudiésemos a verlos en las
               instalaciones del asilo representaba un riesgo exponencial de contagio.





               1 Actividades básicas de la vida diaria (ABVD) son aquellas como: bañarse, vestirse, ir al baño o usar el
               retrete, trasladarse o moverse, la continencia y alimentarse, las mismas que al realizarse permite al AM ser
               independiente.

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