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respectivas.
               Claro, la tormenta de ideas y posibilidades se transforman en una ava-
            lancha de dudas y cuestionamientos, basados en la incertidumbre, mucho
            más con las condiciones escritas en líneas anteriores. Mateo, aún sin las
            pruebas, se sentía responsable de cualquier efecto posterior en caso de
            estar contagiado, respecto a su propia vida y la de su esposa e hija nonata.
            Ya tenía el dolor de haber perdido a sus progenitores y los pensamientos,
            como puñaladas, se cruzaban por su mente y corazón. Es que contagiarse
            de algo que todavía no tiene cura, pese a todos los estudios, y de lo que se
            va aprendiendo día a día, genera muchísima ansiedad. Por lo tanto, se les
            realizó las pruebas y les comuniqué que apenas estén los resultados les
            avisaría, pidiéndoles que mantengan la calma, de manera especial a él, a
            efectos de su diabetes.

               Llegado  el momento, con el corazón a mil, los resultados estaban
            listos y fueron diferentes para cada uno. Mateo dio positivo, lo cual des-
            embocó en un remolino de emociones para él, mientras que el de ella
            resultó negativo, lo cual fue un motivo de tranquilidad, sin duda alguna.
            Por lo tanto, desde ese momento su objetivo era enfrentar al virus, ven-
            cerlo, y poder compartir con su mujer. Otro dato entró en juego, y es que
            además de la diabetes él padecía de obesidad, dos factores críticos en el
            contexto Covid-19, por lo que decidió aislarse en un hotel, precautelando
            la vida de su esposa, pero en constante comunicación conmigo por cual-
            quier circunstancia de salud que pudiera presentarse.
               Tiempo después, acudió a consulta médica a la casa de salud, y lo
            atendí con todas las medidas de bioseguridad requeridas para tal efecto.
            Manifestó que no había tenido ningún signo o síntoma durante algunos
            días, más allá de un ligero y temporal malestar en la garganta, que había
            durado algunas horas. Recomendé todas las indicaciones de los proto-
            colos internacionales, relacionados con higiene respiratoria y de manos,
            así como la continuidad del aislamiento hasta por catorce días posteriores
            a que los síntomas desaparezcan, además de que en el lugar exista venti-
            lación, no recibir visitas y restringir el contacto con otras personas. Por
            supuesto, que no descuide el tratamiento de la diabetes, el mismo que no
            sería modificado de no ser necesario, reforzando indicaciones de hidrata-
            ción y nutrición. Cumplió con todo de manera estricta, puesto que realicé
            el seguimiento respectivo.
               Semanas después, finalizado el período de aislamiento, acudió a un
            nuevo control de su enfermedad, así como a la nueva prueba para eviden-
            ciar que el virus había desaparecido. Otra vez la montaña rusa de emo-
            ciones sobre la mesa, hasta que el resultado indique lo esperado, como
            finalmente sucedió. Esta vez fue negativo, por lo tanto, la alegría volvió a
            su alma, a su ser entero, y al brillo de sus ojos; sin olvidar los momentos
            críticos de estas semanas, y la melancolía de haber perdido a sus padres;
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