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UN MÉDICO EN TRAJE DE ASTRONAUTA

Por: Md. John Farfán

Uno de los datos más impactantes de la gripe española, una pandemia
letal del siglo XX, es que causó igual o más muertes que la Primera
Guerra Mundial. Según estimaciones de la OMS, la cifra podría llegar a
los 50 millones de personas. Consideremos las limitaciones de la época;
las discusiones científicas por entender qué causaba la gripe, la falta de
fármacos para prevenir y tratar enfermedades; y el tiempo que les llevaría
crear una vacuna. Evidentemente la salud no era un privilegio de todos,
por lo tanto, afectó sin medida a los sectores más vulnerables, a la gente
más pobre.
Soy médico y trabajo en un centro de salud de un poblado en la
frontera sur. En mi caso, lo que sabía de una pandemia era lo que había
leído o visto en películas; ni en mis divagaciones más extensas habría
dimensionado una situación así en la actualidad, mucho menos durante
mi año de rural.
No, no nos enseñaron qué hacer si ocurre una pandemia, mucho
menos si debemos enfrentarla en nuestro año rural. Se supone, que du-
rante este tiempo nos involucramos con esas zonas remotas que necesitan
de asistencia médica. Hasta marzo había sido una buena experiencia, me
sentía orgulloso del equipo que habíamos formado y sobre todo del tra-
bajo que realizábamos. Un dato relevante, por ejemplo, es que durante
mi período en el centro de salud, logramos informar de manera positiva
acerca de planificación familiar, consiguiendo que un buen número de
mujeres perdiera el miedo, rompiera mitos y accediera a métodos anti-
conceptivos seguros, esto no había ocurrido en algunos años.

Con días buenos y malos, cada reto era una oportunidad de hacer
mejor las cosas, pero nunca nos imaginamos cómo todo cambiaría tan
rápido.
Cuando se anunció la emergencia sanitaria y con ello una serie de
medidas de control y prevención, yo estaba en riesgo. Había aprove-
chado mis vacaciones para viajar al exterior y averiguar opciones de es-
tudio de posgrado. Así que desde Argentina tuve que cambiar mi ticket de
avión para regresar a tiempo a Ecuador y -desde una reacción inmediata,
casi instintiva- pensé en volver a mi puesto de trabajo.
Pero como nos pasó a todos, los planes quedaron atrás. Tras el cierre
de aeropuertos, las medidas de control incluían una cuarentena obliga-
toria para quienes habían llegado al país hasta mediados de marzo y yo
estaba incluido en ese grupo. Tuve muy poco tiempo para reflexionar
sobre cómo me atreví a viajar, hacer escala en varios aeropuertos y su-

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