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NO SE DÓNDE ME CONTAGIÉ
Por: Md. Jenniffer Morales A.
La historia que relato a continuación corresponde a la batalla que libré
ante el Covid-19 al haber sido positiva ante dicha enfermedad, de la mano
de toda la incertidumbre que acompaña a esta situación, sin conocer el
lugar o la persona a través de la cual el virus llegó a mí. La frase que re-
tumbaba en mi cabeza era “No sé dónde me contagié” ante cada recuento
de actividades que me permitan descubrir el momento más probable, sin
encontrarlo, lo que me llevó a la desesperación.
He estado en contacto con pacientes infectados desde que la casa de
salud en la que trabajo se transformó en hospital centinela, al que lle-
gaban todos los pacientes positivos o sospechosos, dentro de la jurisdic-
ción zonal asignada. Y claro, trabajar en el servicio de emergencia bajo
esta disposición, alteró el ambiente laboral, producto del miedo ante esta
nueva y desconocida enfermedad; sin embargo, sería un reto enorme que
superar, desde el punto de vista de la experiencia, el aprendizaje y la apli-
cación de conocimiento, buscando la mejoría de los contagiados. Si esa
siempre ha sido la consigna, ahora mucho más que antes.
Conforme pasó el tiempo, el aumento de casos era notorio y las com-
plicaciones también, lo que implicó largas y extenuantes jornadas de
trabajo que ponían a prueba la resistencia física y mental, puesto que
los pacientes que llegaban eran casos confirmados, derivados desde otras
unidades. Como era de esperarse, también hubo casos en los que las per-
sonas acudían al hospital por otras patologías, como dolores o fracturas,
y allí se informaban de que eran portadores ante las pruebas realizadas,
y que “la molestia en la garganta”, como manifestaban, era parte de los
síntomas. Lo tenía claro, estaría expuesta todo el tiempo y más al ser la
primera persona en atender a quienes llegaban, recibiendo ambulancias
procedentes de otros lugares y demás tareas relacionadas.
Sí, en más de una ocasión me tosieron en el rostro y la mascarilla era
lo único que me daba algo de seguridad, por lo que me sometí a la prueba
para detección. El resultado fue negativo y con más ganas a seguir tra-
bajando ante la buena noticia. Así, mis turnos se dividían entre triaje de
pacientes no sospechosos y, los más temerarios, en el área de Covid-19,
con la complicación de que los pacientes seguían llegando y sin camas
disponibles para recibirlos; si alguna se liberaba sólo era por dos razones:
quien la utilizaba fue trasladado a sala de recuperación; o, había falle-
cido. Es la verdad, luchar sin armas contra una nueva enfermedad genera
angustia, y a manera de paréntesis, dedico estas líneas a todos los que
perdieron la batalla, incluidos los colegas que también partieron luego
de contagiarse.
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