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TIEMPOS DE PANDEMIA


                                                  Por: Mgs. Ingrid Ostaiza Veliz

                  Al inicio de nuestra carrera médica tenemos muchos anhelos, la con-
               vicción de ayudar a los demás, de curar y de salvar vidas; pero ésta no
               viene con advertencias de que, de pronto hay situaciones que de manera
               abrupta y repentina generan cambios, como la que estamos viviendo en
               estos momentos de confusión y angustia. ¡Pandemia! Un nuevo virus
               puso el mundo al revés.
                  Este virus SARS-CoV-2, cuya enfermedad se conoce como Covid-
               19, nos ha vuelto peligrosos y lejanos, llevándonos a evitar contacto y
               demostraciones de afecto o amor con quienes están alrededor, y con la
               sociedad en sí misma. La coyuntura obliga a mantener distancia y aisla-
               miento y viene acompañada de otro virus silencioso: Miedo.
                  Es vital quedarse en casa, sin importar edad, condición económica o
               social y demás características. Confinamiento es el término que se incor-
               poró en el lenguaje cotidiano universal, lo que implica ver amanecer y
               anochecer detrás de la ventana. El contacto es un peligro, las reuniones
               están prohibidas; claro, la única forma de contrarrestar la enfermedad es
               previniéndola. Principio básico, siempre olvidado.
                  La humanidad ha pasado por terribles guerras a través de la historia,
               y esta situación está interpretada como tal, al ser un enemigo invisible el
               que acecha, infecta y destruye a cada minuto a personas, familias, em-
               pleos, negocios; todo cuanto se le ponga en frente, lo que nos obliga a
               adaptarnos a una nueva realidad, llena de protocolos, procedimientos, e
               inclusive ropa y accesorios diferentes. La mascarilla hoy por hoy es más
               importante que una corbata, un pañuelo o los zapatos. Es el primer es-
               cudo ante el enemigo, además de la higiene constante y sin vacilación. Sí,
               al principio fue un reto aceptar su uso, de la mano del desconocimiento
               de cómo manejarla, pero en el transcurso de los meses mutó a una infi-
               nidad de diseños, formas, colores y su uso se ha normalizado. Ahora, qué
               tan bien se la usa y manipula, es un misterio.
                  Para el personal de salud, los retos se multiplicaron, empezando por el
               uso del traje de bioseguridad completo, sin que quede descubierto un mi-
               límetro del cuerpo, y cada nuevo día, guardia, turno, paciente, es una po-
               sibilidad de contagio, pero el deber y la vocación están primero. ¡Somos
               el ejército que encara esta batalla! Y no podemos desfallecer aun cuando
               las jornadas se hayan extendido y el cansancio multiplicado. No podemos
               detenernos; eso sí, todo el tiempo buscando alternativas que mejoren la
               intervención individual o del equipo ante los casos que llegan al centro
               de salud.


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