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UN AÑO DIFERENTE


                                                       Por: IRM. Josué Gómez.

                  El año 2020 nos sorprendió con una noticia que eventualmente afec-
               taría al planeta entero ante la evidencia de que una nueva enfermedad
               había aparecido a la que habría que enfrentar sobre la marcha, descu-
               briendo sus síntomas, efectos y consecuencias. A priori era “El nuevo
               Coronavirus”, entendiendo que, en el contexto médico, y en relación a la
               humanidad, hay varios tipos de virus similares. Sin embargo, lo que más
               se repetía era: “¿Qué efectos tendrá en el ser humano?
                  Y en cuestión de meses, lo que muchos pensaban que se quedaría
               en Asia, en la lejana China, epicentro de la infección, se esparció por el
               mundo entero a gran velocidad, enfermando a millones y afectando in-
               directamente a tantos otros, ocasionando el colapso del sistema de salud
               mundial, más allá de las características propias que el modelo de aten-
               ción tiene en cada país. Las noticias demostraban la altísima capacidad
               de transmisión que tenía, la mortalidad y letalidad que traía consigo y
               el desconocimiento de cómo tratarlo, con un sinfín de alternativas que
               generaron varios debates.
                  Entonces, al igual que varios otros, ahí estaba. Estudiante de último
               año de medicina, contando los meses para empezar el internado; claro,
               lleno de interrogantes que aparecieron, propias de la pandemia, como por
               ejemplo cuánto durará esta crisis o si será adecuado o seguro asistir al
               internado, considerando que el no asistir significaría un retraso en mi for-
               mación académica. Los titulares de prensa, las conversaciones de pasillo
               hacían énfasis en que varios médicos dejaban a sus hogares y familias
               para asistir al campo de batalla contra el enemigo invisible. “¡Héroes sin
               capa!” y “Primera línea de defensa” fueron palabras incorporadas al
               lenguaje cotidiano, entre varias otras.

                  Sí, lo reconozco, me llenaba de orgullo y se me hinchaba el corazón
               al saber que la carrera que elegí ahora era admirada en todos los rincones
               planetarios por la labor humanitaria y el arduo trabajo que representaba,
               pero, como en toda lucha, hubo bajas y varios héroes partieron al más
               allá. La situación no era alentadora. En lo personal, pensaba en mi madre,
               con dos hijos estudiantes de medicina, ante un virus desconocido que se
               apoderaba de todo y la posibilidad de que pudiéramos traerlo a casa, sin
               darnos cuenta. Ella, a diario nos repetía:
                  “Hijos míos no se cuanto dure esta situación, lo único que les pido
               es que se cuiden  mucho”. “Si  mamita, ya verás que todo pasará”
               respondíamos.




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