Page 164 - Libro_Sars_Cov_2_Digital
P. 164

nutos. Por cierto, los otros dos pacientes del área estaban próximos a ser
            dados de alta, cuyos familiares aguardaban entusiasmados en la sala de
            espera para llevarlos a casa, como verdaderos vencedores de esta mortal
            pandemia. Lograron recuperarse en nuestra unidad, pese a que días atrás
            cumplían criterios para ser tratados en un lugar de mayor nivel de aten-
            ción y complejidad. Entonces, las dos caras de la moneda en tan pocos
            metros cuadrados de espacio: júbilo y alegría de familias enteras, versus
            la soledad y abandono de un hombre indefenso.
               Cada ser humano que recibimos en condición grave representa una
            inmensa responsabilidad, que deja en evidencia la verdadera vocación de
            esta carrera. Quienes hemos batallado de cerca en estos meses, sabemos
            lo devastador que es dar la mala noticia a la familia de alguien que se ha
            contagiado de este virus y ha perdido la batalla; pero también sabemos
            que nada se compara con la alegría y la esperanza de ver cómo alguien
            que luchó contra la muerte, sale vencedor rodeado del amor sus seres
            queridos para completar su recuperación en casa. Ante esto, no termino
            de entender qué deuda está pagando alguien como Manuel para que la
            enfermedad y la soledad hayan sido sus compañeras en esta etapa de su
            vida.
               Manuel ya tenía todo el tratamiento instaurado y mientras continuaba
            mis actividades con él, mi memoria me llevó varias semanas atrás:
               “Doctor, no importa lo que cueste, el dinero es lo de menos y se puede
            recuperar. Si tenemos que comprar algo para que mi padre se sane lo
            haremos. Usted díganos lo que necesite y nosotros lo conseguimos” me
            decía desesperado y con lágrimas Antonio (nombre protegido) junto a sus
            hermanos y madre, mientras yo les explicaba sobre el estado crítico en el
            que estaba su padre.
               Admiré mucho a esa familia, ya que jamás escatimaron en lo más
            mínimo por el bien de quien amaban. Era asombroso ver cómo se organi-
            zaban para rotar y estar presentes siempre, todo el día, veinticuatro horas,
            pendientes de cualquier necesidad y preguntando si podían hacer algo
            más. No hubo ni un instante en que su padre haya estado solo y pesar de
            eso, la infección no dio tregua. Fue devastador para ellos la madrugada
            en la que recibieron la noticia de su deceso.
               Eran las cuatro de la tarde y la nostalgia me invadía, recordando lo
            conmovedor que era ver una familia sumamente unida en medio de la
            enfermedad. Al mismo tiempo, era imposible no comparar ese escenario
            con el que enfrentaba Manuel en ese momento. De pronto, una voz agi-
            tada me interrumpe:
               “¡Doctor! Una señora lo busca en la sala de espera, dice que es la
            nieta de Manuel” anunciaba uno de mis compañeros de turno. “¿Al fin
            apareció un familiar?” pregunté sorprendido y con mucha expectativa;
              164                                     Regreso al Indice
   159   160   161   162   163   164   165   166   167   168   169