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Terminado el turno, llegar a casa es una bendición, desde cualquier
            perspectiva y más allá de cualquier creencia. Sí, físicamente sola, pero
            acompañada de la familia por videollamada, la cual se pinta de colores
            al ver a esa personita tan maravillosa decir: “Cuando sea grande voy a
            ser doctora para ayudarte a atender a los pacientes y que no te canses”,
            provocando que mi corazón se haga chiquito ante palabras tan reconfor-
            tantes, cual vitamina para el alma…para comenzar de nuevo…con en
            esta ¨batalla¨.
               Varias anécdotas al ser parte de la primera línea de atención en esta
            pandemia; más que anécdotas, experiencias de brutal aprendizaje al ser-
            vicio de quienes lo han necesitado. Es así, el caso de una adulta mayor,
            con discapacidad  visual quien, a manera  de respuesta al terminar  mi
            turno, me dijo “Gracias doctorcita que Dios la bendiga, cuídese mucho”.
            Ahí es cuando todo el sacrificio realizado, de inicio a fin, vale la pena
            por completo, más al recibir el agradecimiento de los familiares, por lo
            mismo. Ojalá todas las historias pudieran terminar de manera positiva,
            pero no siempre es así. Ese dolor, también es una inagotable fuente de
            crecimiento.

               Somos testigos vivenciales de la detención del mundo, y ojalá seamos
            fuente de transformación, respecto a medidas de higiene, respeto, con-
            vivencia social, solidaridad, compartir. Pasamos de vivir en escenarios
            con calles de alto tráfico vehicular, parques y lugares concurridos hasta
            el límite, fiestas, al aforo permitido, medición de temperatura corporal al
            ingresar a cualquier dependencia, mascarilla obligatoria, sin reuniones
            sociales con mucha gente, desinfección constante, entre varios puntos.
            Lo importante será que, al menos las medidas básicas de salud e higiene
            se mantengan en el tiempo, no solo por esta coyuntura, sino por la pre-
            vención misma de cualquier enfermedad y es lo que como médicos insis-
            tiremos en cada momento.

               Para terminar, cierro con palabras de mi personita especial, junto a
            un dibujo que me regaló: “No puedo salir hasta que se vaya el virus,
            haya la vacuna y me podrás llevar a ver a mis amiguitos y profesora”.
            Sabe lo que el mundo está viviendo, y a la distancia, me alegra que ello
            lo tenga claro a su corta edad. Ojalá el mundo entero fuera igual. Mañana
            un nuevo turno, de vuelta al traje. ¡Saldremos de esto!














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