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EL DÍA A DÍA DEBAJO DEL EQUIPO DE
PROTECCIÓN
Por: Md. Andrea Estefanny Garzón Ortiz.
Trabajar durante esta pandemia me llevó a experimentar muchas sen-
saciones; entre ellas, el miedo a contagiarme y que, en consecuencia,
mis familiares, algunos que pertenecen a grupos vulnerables, puedan in-
fectarse siendo yo la causa. Por lo tanto, de manera responsable elegí
aislarme y reconozco que fue una decisión muy difícil, pero es lo que
correspondía hacer, aunque jamás el poder de un abrazo se iguala a una
conversación a través de un dispositivo digital. Se llama responsabilidad,
y se apellida prevención. Eso sí, he recibido de su parte, todo el tiempo
muchos mensajes cargados de ánimo, buena energía, esperanza, y bendi-
ciones. Son la cotidiana fuente de mi inspiración para continuar, más aún
al estar cubierta de pies a cabeza por un Equipo de Protección Personal
(EPP), situación obligatoria, correcta, pero bastante incómoda.
Las jornadas son muy largas, sin posibilidad de parar un momento a
comer, ir al baño, o tomar un descanso, ya que la atención a pacientes de
toda edad, unos más graves que otros, es constante, acompañada de pro-
fundos sentimientos de angustia o ansiedad, dada la diferente evolución
de cada persona contagiada. No menos importante, la incertidumbre de
sus familiares respecto a si los volverán a ver o no. Con ansia se espera la
madrugada, puesto que allí tendría un momento para quitarme el traje, y
sentir el alivio necesario que se complementa con beber algo o “respirar”.
Inolvidable es el reflejo en el espejo, el mismo que muestra en mi
rostro las marcas de aquel equipo, fruto del trabajo y el compromiso ad-
quirido desde el momento mismo de haber elegido esta profesión para
la vida. Señales de sacrificio y entrega de la mano de la incomodidad, el
calor, y el dolor de llevar dichas prendas todo el tiempo. Terminado el
corto recreo, a equiparme de nuevo, porque la batalla no da tregua, hasta
que termine el turno.
Con el pasar de los meses, la realidad que atraviesa cada familia con
personas contagiadas de Covid-19 se va transformando en una constante,
en ese factor común que parecía lejano, lo que significa que su expansión
no tiene límite y que cada vez está más cerca del entorno propio. Además,
toda la información científica que se ha publicado al mismo tiempo sigue
quedándose corta respecto al tratamiento, posible vacuna y el sin fin de
consecuencias y secuelas que deja en quienes lo han tenido, dependiendo
aparentemente, de la carga viral que la cepa contraída. Sigue siendo un
misterio sin resolver. De hecho, se creía que los más afectados serían los
grupos vulnerables; sin embargo, ha afectado a todos los grupos de edad
por igual.
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