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porque no era prioridad, respecto a quienes tenían mejor escenario. Era
cuestión de tiempo.
Conversé con los familiares y los preparé para el inevitable desen-
lace, el mismo que sucedió a las cuatro de la madrugada. Sus fuerzas se
agotaron luego de una larga lucha, con el tratamiento sin poder superar
la enorme carga viral que tenía en su cuerpo. Su vida se escapó de mis
manos, me sentía fatal, tanto que llegué a decirle a Dios todas las grose-
rías imaginables, para luego comunicarles la noticia a los deudos y llorar
junto a ellos. En un instante de calma, me correspondía averiguar el pro-
cedimiento a seguir respecto al tratamiento del cadáver para fines legales.
Como era la primera vez que me tocaba, consulté a los compañeros de
los otros turnos, quienes me explicaron los pasos a seguir: embalar al
paciente, buscando que la envoltura sea hermética, para seguir al entierro
inmediato sin velatorio. Junto a su hijo lo envolvimos en varias fundas,
todavía no había las adecuadas y tan comentadas en meses posteriores, y
encima mucha cinta de embalaje, con todo el respeto a la ocasión.
Terminado este proceso, lo colocamos en el ataúd, y rumbo al cemen-
terio. Era la forma más humana de despedir a un ser querido en aquellos
días. Cuando se fueron los familiares y me quedé solo en la emergencia,
me volvió la ira contra el cielo porque no comprendía por qué me había
hecho experimentar aquel momento.
Luego de desinfectarme y cambiarme de ropa, recibí la respuesta di-
vina: El otro médico se había marchado a una referencia con un caso de
apendicitis; me había escrito un mensaje de texto que no vi hasta ese
instante, dada la sucesión de eventos; por lo tanto, yo era el único médico
en el hospital, junto a una de las licenciadas. La contestación siguió, de
manera física, con la llegada de una mujer en trabajo de parto, etapa ex-
pulsiva, así que de inmediato al quirófano para recibir una nueva vida,
apenas instantes posteriores de haber despedido a otra. Eran las 05h20
de la mañana y una hermosa niña alegraba el momento. El misterio de la
vida, en acción.
Tengo muchas historias más del tiempo de pandemia, pero estas dos,
por su conjunción, han cambiado mi vida y perspectiva. Espero que te
haya gustado.
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