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Hubiera dado mi vida por compartir un momento más con él. Tam-
bién, en mi interior tenía la certeza de que había cumplido su propósito
en la tierra, que fue sembrar la semilla de la fe en toda la familia. Lo hizo
en excelencia.
Alguna vez escuché al hijo de un pastor muy conocido decir: “Mi
padre es el hombre más honorable que he conocido” y explicó lo difícil,
pero grandioso, que era utilizar esas palabras para describir a alguien. Mi
abuelo calzaba a la perfección en ese concepto; hombre sabio, respon-
sable, solidario, a quien agradezco por todo lo que me dio. Por la misma
fe, sabía que ya estaba en un lugar mejor; y, en esta ocasión, la muerte
otra vez me visitaba, pero para recordarme lo genial y trascendente que él
fue en mi vida, y que lo había llevado a donde tenía que estar. Volveremos
a abrazarnos.
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