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valiente, aunque sus ojos reflejan preocupación. En contraste, el menor
besa la pantalla, abraza el teléfono y se aferra a él.
Siento como que una pequeña llama estuviera en mi interior, que cada
día crece y me quema. Aunque los extraño, el saber que están en un lugar
seguro me brinda un nuevo aire de fortaleza cada día. Muy poco se habla
de la realidad del impacto en la psiquis de un médico; pocos entienden lo
duro que es ir al trabajo para ver cómo se apaga una vida, haciendo hasta
lo imposible sin que sea suficiente, y sentir que no hiciste nada, cuando
no es así. Dicho impacto psicológico golpea todas las puertas de igual
forma, con diversas manifestaciones como ansiedad, depresión, angustia,
dolor, cansancio. Se parece a esa gotera que, con su constante frecuencia,
carcome una superficie con el pasar del tiempo. Parecería que no causa
daño alguno, pero termina destruyéndola por completo.
No todos asimilamos las cosas de la misma manera. Algunos expresan
su dolor en ese momento, respiran, lo superan, dan vuelta a la página;
otros, como yo, acumulamos situaciones y vivencias por mucho tiempo,
hasta que aparece la chispa que enciende la mecha y causa un incendio
atroz. El Covid-19 fue la excusa perfecta para que esto me suceda.
Años de extenuante agotamiento…y es que la realidad de cada quien
es distinta. Hay quienes elegimos entregar nuestra propia vida, y el tiempo
de la familia, a cambio de darle al prójimo lo que necesita. Y sí, tenemos
la legítima aspiración de realizarnos a través de la amada profesión, pero
seamos realistas, el amor a lo que hacemos no implica resignarse a la
impotencia de ver morir a un ser humano, a la ingratitud de la gente, y a
las eventualidades a las que estamos expuestos.
El mundo no acaba de comprender lo importante y trascendental que
son el aislamiento y el cuidado individual. Me molesta el irrespeto a las
medidas básicas de cuidado, más cuando dentro de una aparente res-
tricción de movilidad, abundan los accidentes de tránsito causados por
conductores en estado de embriaguez. Frases como: “Fue una simple
salida”, “Sólo lo celebramos con la familia” (por su puesto las 20 per-
sonas), “Yo no me enfermo”, “Eso no existe, es un invento” me irritan
al contrastar con la cantidad de colegas enfermos y fallecidos por servir
a quienes lo han necesitado. Ni qué decir con la cantidad de reproches
hacia el gremio y hospitales, desde los medios de comunicación.
Se ha tratado de educar a la población mundial, pero es inútil hablar si
no escuchan; es imposible luchar cuando no eres comprendido y qué ba-
nales suenan las palabras de apoyo cuando no se sienten reales “aunque
lo sean”, es que la perspectiva de cada uno es un mundo diferente, acorde
a su manera de vivir. Así transcurren los días, entre mascarillas, idas y
vueltas. Cada paciente recuperado se siente como un verdadero milagro,
una luz al final del camino.
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