Page 125 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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130        MITOS Y CUENTOS EGIPCIOS DE 1.Λ  ÉPOCA FARAÓNICA


     revela a su mujer el destino que le está reservado. Ésta, gracias a su vigilan­
     cia, lo salva de la serpiente. Sin duda habría de leerse, en la parte de cuento
     que ha desaparecido, que se salvaba asimismo de la muerte por el cocodri­
     lo; pero, puesto que no podía escapar a su destino, el perro debía necesaria­
     mente ser la causa, puede ser que involuntaria, de su defunción. Y es con
     este triste acontecimiento con lo que el cuento habría terminado.
       Tal es al menos el desarrollo supuesto por la mayoría de los egiptólo­
     gos,  siguiendo  a Maspero, que consideraba que el destino no  se dejaba
     modificar en el antiguo Oriente4. Sin embargo, G. Ebers, lleno de com­
     pasión por el joven príncipe, no pudo admitir que muriera o que, al me­
     nos, una vez muerto, no hubiera resucitado: de forma que ideó para esta
     aventura un final feliz5. La misma idea ha sido retomada y defendida vi­
     gorosamente por M. Pieper (ZAS 70 (1934) pp. 95-97), que cita en apo­
     yo a su opinión cuentos de diferentes países cuyo desenlace no está de
     acuerdo con las profecías siniestras del principio.
        Hay  un  cuento  que  viene  naturalemente  a  la  mente  de  todo  lector
     francés, el de La bella durmiente del bosque. Un rey y una reina, que no tení­
     an hijos, consiguen (como el rey de Egipto) una hija gracias a sus súpli­
     cas.  Cuando nace, hadas, en numero de  siete  (como las  siete «Hathors»
     del  Cuento de los dos hermaneé)  se inclinan benévolamente  sobre  su cuna.
     Aparece una octava hada, mas añosa, que habían olvidado invitar y que,
     en su cólera, predijo a la pequeña «que se pincharía la mano con un huso
     y que moriría». ¿Terminaría el cuento, pues, trágicamente? En absoluto.
     Una de las  siete hadas  nos tranquiliza: «No tengo bastante poder -dice
     ella- como para deshacer completamente lo que mi compañera mayor ha
     hecho: la princesa se pinchará una mano con el huso; pero en lugar de
     morir,  solamente  caerá  en un profundo  sueño  que  durará cien años,  al
     término de los cuales el hijo de un rey vendrá a despertarla».
        Es legítimo suponer que el desenlace de t:lprínápepredestinado ofrece­
     ría una cierta similitud con el del cuento de Ch. Perrault. El príncipe, más
     estrechamente aún que la bella durmiente, estaba ligado a sus destinos y
     ciertamente debía morir, de una muerte auténtica. Pero sin duda se vería
     intervenir entonces a un mago que lo devolvería a la vida, quizá no bajo
     su forma anterior, sino después de haber experimentado, como el héroe
     del Cuento de los dos hermanos, alguna metamorfosis. De esta forma la pro­
     fecía de las Hathors se cumpliría al pie de la letra (era imposible que no
     fuera así); no obstante, el joven príncipe, objeto de las simpatías del pú­
     blico, triunfaría finalmente sobre la muerte, y el cuento tendría, como lo
     deseaba G. Ebers, un desenlace afortunado.


        4   M  J.  Honti, muy recientemente, ha expresado la misma opinión (en Oriens Antiquus, Bu­
     dapest, 1945, p. 72).
        3   G. Ebers, Das alte Ägyptische Märchen vom verwunschenen Prinzen, en  Westermann's Monatshefte,
     octubre, 1881, p. 99.
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