Page 23 - 2018_16.1_Neat
P. 23

A una de las “pláticas de primera vez” acudieron siete mujeres que oscilaban entre los 30 y 50
            años de edad. La distribución del espacio reproducía un estructura jerárquica, muy semejante al
            sistema educativo tradicional en la relación docente/alumnado, es decir, al frente se encontraba la       23
            trabajadora social como “sujeta de saber” quien explicaba en qué consiste la violencia de género y
            cuáles son los servicios que brinda la UAPVIF, y, frente a ella, sentadas en filas como receptoras de
            información, las mujeres sobrevivientes de violencia familiar.


            Otra de las explicaciones que la trabajadora social brindó en dicha plática fue sobre el “ciclo de
            la violencia” y los perfiles tanto de las/los receptoras/es como de las personas agresoras. Estos
            perfiles se asemejaban a una lista de verificación en la que las mujeres señalaban las características
            de ellas mismas o de sus parejas que mejor retrataban la violencia que vivían. El reconocimiento en
            estas “categorías” es indispensable para poder ingresar a la Unidad y recibir el apoyo psicológico. De
            acuerdo con lo anterior, estos perfiles favorecen la estigmatización de las mujeres como “víctimas”
            de violencia familiar, resaltando características como: inseguridad, dependencia del otro, depresión,
            “baja autoestima”, vulnerabilidad; sin posibilitar su reconocimiento como sujetas de derecho.

            Hace más de diez años, Lang  mencionaba que dentro de la Procuraduría General de Justicia
                                            2
            del Distrito Federal (PGJDF) prevalecían los perfiles criminológicos, tanto en agresores como
            en víctimas, dicha situación, a pesar de tener tantos años se puede ver también en la práctica
            actual de la UNAVI. Esta práctica resulta sumamente importante si, retomando a Arfuch, Rozados
            y  Cattaneo ,  se  reconoce la  performatividad  del  lenguaje  y  su  producción  de efectos  en  la
                        15
            constitución subjetiva de las mujeres. Por lo cual, a partir de este tipo de prácticas se corporeiza a
            las mujeres en “víctimas”.

            Estas prácticas estigmatizan a las mujeres como personas deficientes, y al tiempo que reducen
            el problema de la violencia familiar a un problema de “autoestima”, no como algo más complejo
            relacionado con una estructura social, económica y psíquica (como señala Izquierdo)  que facilita
                                                                                                   16
            que las mujeres sean las que vivan violencia.












































              Yessica Sánchez Rangel
   18   19   20   21   22   23   24   25   26   27   28