Page 45 - Auge y caída del antiguo Egipto
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competencia y conflicto, un soberano de Cheni asumió el reinado de un Egipto
               ahora unificado: el hombre que hoy conocemos como Narmer. Para simbolizar

               su  conquista  del  delta  —quizá  la  batalla  final  en  la  guerra  de  unificación—,

               encargó una magnífica paleta ceremonial, decorada con escenas de triunfo. En
               un  gesto  de  homenaje  a  sus  antiguos  rivales  (o  tal  vez  para  echar  sal  en  sus

               heridas), consagró el objeto en el templo de Nejen… donde permanecería hasta

               ser recuperado de entre el lodo 4.850 años después.





               EL DON DEL NILO


               Dado el esfuerzo arqueológico y académico invertido en el redescubrimiento de

               Narmer,  resulta  humillante  tener  que  reconocer  que  su  identificación  como
               primer rey del antiguo Egipto no hace sino confirmar la versión del historiador

               griego  Herodoto,  que  escribió  hace  veinticuatro  siglos.  Para  «el  padre  de  la

               historia» no cabía duda de que «Menes» (otro de los nombres de Narmer) había

               sido el fundador del Estado egipcio. Ello nos enseña la saludable lección de que
               los  antiguos  solían  tener  mucha  más  inteligencia  que  la  que  les  atribuimos.

               Herodoto también hizo otra observación fundamental sobre Egipto, que aún hoy

               capta la verdad esencial sobre el país y su civilización: «Egipto es el don del
               Nilo».  Fluyendo  a  través  del  Sahara,  el  Nilo  hace  posible  la  vida  en  lugares

               donde  de  otro  modo  no  existiría.  El  valle  del  Nilo  es  un  «oasis  lineal»,  una

               estrecha  franja  fértil  flanqueada  a  ambos  lados  por  un  vasto  y  árido  desierto,

               inmensurable y desnudo. La grandeza del antiguo Egipto hay que buscarla en el
               río  y  en  su  naturaleza  tanto  como  en  la  arqueología  de  sus  tumbas,  pinturas

               rupestres y megalitos.

                  El entorno natural del valle del Nilo ha ejercido siempre un profundo efecto
               en sus habitantes. El río moldea no solo el paisaje físico, sino también el modo

               en que los egipcios se conciben a sí mismos y el lugar que ocupan en el mundo.

               El paisaje ha influido en sus hábitos y costumbres, y desde tiempos muy remotos
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