Page 168 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             —Mejor —mentí.
             Kim, mi fisioterapeuta, conectó la máquina.
             —Hoy tuviste un buen día. Estoy segura de que dentro de un par de semanas podrás
          ir al baile. Bastará con que te pongas una rodillera.

             —¡Genial! —Macallan sonrió de oreja a oreja.
             Kim le dio unas palmaditas en el hombro.
             —Puede que tenga que apoyarse en ti mientras bailan, pero ya conoces a los chicos.
             Macallan miró a Kim perpleja.

             —Ya, es que Levi y yo no somos…
             —¡Ah! —Kim nos miró—. Yo pensaba, este… No pretendía…
             ¿Cuántas veces nos había pasado eso mismo? Demasiadas para llevar la cuenta. Era
          lógico que Kim la hubiera tomado por mi novia. Yo le había dicho que salía con una

          chica,  hablaba  mucho  de  Macallan,  ella  siempre  estaba  allí  conmigo.  Me  rompí  la
          cabeza pensando si había nombrado a Stacey alguna vez. Claro que sí, no era posible
          que ni siquiera hubiera mencionado su nombre.
             —Perdona  —me  disculpé  con  Macallan.  Como  si  fuera  culpa  mía  que  la  gente

          pensara que salíamos. Puede que sí.
             Ella le quitó importancia.
             —No pasa nada. A lo mejor si dejaras que Stacey te acompañara…
             Sabía que era un novio horrible por no dejar que  Stacey me ayudara, pero quería

          pasar ese rato con Macallan.
             —En fin —se irguió en la silla—. La comida de hoy ha sido brutal. Keith estaba en
          plan “yo querer comida, yo odiar comer en la cafetería, yo merecer algo mejor” —cada
          vez que Macallan imitaba a Keith, fingía ser un neandertal, y puede que no anduviera

          muy desencaminada.  Se encorvaba y sacaba la barbilla—. Y  Emily se puso de “Ay,
          Dios… Para ser alguien que confunde la pizza con verdura, eres muy quisquilloso” —
          siempre que imitaba a Emily (o a cualquier chica, en realidad) hablaba como una fresa,
          se retorcía el pelo y abría mucho los ojos.

             Contada por ella, hasta la anécdota más insignificante parecía sacada de una buena
          telecomedia. Te morías de risa, más incluso que si hubieras presenciado el incidente.
             —Qué mala eres —bromeé.
             —Eh, te lo cuento como es.

             —¿Y qué más pasó hoy? —pregunté.
             El  lunes  regresaría  a  la  escuela,  y  no  me  moría  de  ganas  precisamente,  aunque
          reconocía que me sentaría bien volver a la normalidad. No podía seguir viviendo en mi
          burbuja Macallan, por mucho que lo deseara.

             Ella titubeó.
             —Bueno, verás… —se mordió el labio. Parecía algo nerviosa—. ¿Conoces a Alex


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