Page 170 - ¿Y si quedamos como amigos?
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increíble. Un grupo de amigos. Y una novia.
Era eso lo que debía tener presente.
Stacey insistió en invitar a unos cuantos amigos el sábado por la noche antes de mi
—en palabras textuales de Keith— “legendario regreso a la preparatoria South Lake”.
—Éste es mi California —me decía Keith mientras me saludaba con una llave de
judo—. Se te extraña, hermano. ¿De quién voy a copiar en trigonometría, si tú no estás?
Yo sonreí e hice el papel de alegre invitado de honor. Cuando renqueé con mis
muletas y mi férula hasta el sofá más cercano, Stacey se sentó a mi lado.
—¿Qué te traigo? —me preguntó—. ¿Te apetece comer o tomar algo?
—Un vaso de agua, gracias.
Debí de parecerle un soso, pero es que estaba tomando calmantes muy fuertes y, en
esas circunstancias, hasta los refrescos me dejaban atarantado.
Stacey se levantó a buscar agua. La vi avanzar por la sala saludando a todo el mundo
como la perfecta anfitriona.
Comprendí que la gente se formaba para hablar conmigo. Me sentí como en el funeral
de mi carrera de futbolista, con toda aquella gente esperando para darme el pésame.
Aunque los chicos no paraban de decirme que muy pronto estaría en forma, era yo el
que había hablado con los médicos. Me habían confirmado que tardaría varios meses en
recuperar cierta normalidad, y que incluso entonces me costaría pivotar o cambiar de
sentido fácilmente. Lo máximo a lo que podría aspirar aquel último curso sería al
atletismo. En principio, podría correr en línea recta. Al menos eso esperaba.
Estaba deseando salir a correr para poder pensar con claridad. Y si en algún
momento de mi vida he sentido la necesidad de concentrarme, de aclararme, fue
entonces.
Sonreí educadamente y di las gracias a todo el mundo que acudía a saludarme, a
desearme una pronta mejoría y a decirme que dentro de nada estaría corriendo otra vez.
Yo no podía hacer nada salvo quedarme allí sentado. Stacey había desaparecido;
debía de estar charlando con alguien en la cocina.
Necesitaba ese vaso de agua.
—¿Qué tal? —me saludó Macallan dejando un vaso de agua y una charola de
brownies en la mesita baja. Se sentó a mi lado—. ¿Disfrutando de la atención?
—Uf, cuánto me alegro de verte.
—Te alegras de ver mis brownies.
No me latió la posibilidad de dar una fiesta que planteó Stacey. Cuando le estaba
recitando la lista de motivos por los que no me apetecía (no me sentía con fuerzas, no
quería que la gente me compadeciera, de todas formas vería a mis amigos dentro de
poco, no quería exagerar), me interrumpió diciendo:
—Macallan vendrá. Le encanta la idea.
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