Page 40 - ¿Y si quedamos como amigos?
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comprender la suerte que tenía de contar con ella. De contar con los dos, con mi papá y
con mi mamá, por mucho coraje que me diera que mi papá pasara tanto tiempo en el
hospital.
—¡Oh! —Emily empezó a brincar en el asiento—. ¡Ya lo tengo! Le pediré a
Macallan que prepare algo para la fiesta de Halloween. Se pondrá muy contenta, ¿no
crees?
—Sí, le encantará —me puse a pensar en todos los platillos que Macallan había
aprendido últimamente—. ¿Por qué no le pides que prepare los bocadillos de carne de
cerdo?
—Hecho —Emily sonrió radiante.
Nos saltamos la función de las siete y luego la siguiente. Emily y yo nos quedamos
platicando horas y horas. Todo el nerviosismo del principio se había esfumado.
Sólo volví a ponerme nervioso cuando llegó la hora de despedirnos. Porque tenía
ganas de besarla. No sólo porque fuera muy bonita sino porque, por primera vez desde
que había llegado, tenía un aliciente que no incluía a Macallan.
Así que la besé. Y ella me regresó el beso.
No volvería a desperdiciar ninguna otra oportunidad.
Normalmente, cuando empiezas a salir con una chica, acabas pasando menos tiempo
con tus amigos. Con Emily sucedió todo lo contrario.
Antes de que me diera cuenta, había trabado amistad con Keith y Troy. Fuimos juntos
al centro comercial para comprar los disfraces que pensábamos llevar a la fiesta de
Halloween. Acabamos comiendo unas pizzas y hablando de deportes. No había pasado
tanto tiempo en plan de cuates desde que me marché de California. Incluso me
emocioné cuando Keith me tomó el pelo por ser tan amigo de Macallan sin intentar
nada. Me tomé sus burlas como un cumplido. O sea, ya era uno más.
—¿Te dije que eres el mejor novio del mundo?
La noche de la fiesta, Emily me pellizcó la mejilla mientras yo colocaba la última
telaraña de mentira en la sala de su casa.
—Hoy no.
Le hice un guiño.
Se rio y echó un último vistazo a la habitación antes de que llegaran los invitados.
Habíamos movido los muebles para dejar una zona despejada donde platicar o bailar.
Pusimos una mesa a un lado, sobre la que servimos “limo verde” (que básicamente era
ponche de color verde), papas fritas, salsas, galletitas saladas y chucherías. Y dejamos
mucho sitio para la comida de Macallan.
Macallan, como tenía por costumbre, se superó a sí misma. Trajo minipizzas de
momia (con aceitunas negras como ojos), huevos picantes con cuernos hechos de
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