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Lunes 3 Diciembre 2018

                                             Por amor a mis hermanos y amigos,
        Mesías. Es el profeta de la univer-  diré: «La paz esté contigo.» Por amor a
        salidad: Dios rige los destinos de   la Casa del Señor, nuestro Dios, busca-
        la historia y hacia Él confluirán to-  ré tu felicidad.                                   R.
        dos los pueblos. Anuncia los tiem-
        pos mesiánicos como era de paz,               ALELUIA
        esta paz llegó con Cristo y nos la            Sal 79, 4
        encomienda a nosotros; tenemos
        que vivirla y anunciarla, como lo    Aleluia. ¡Restáuranos, Señor de los
        hizo Francisco Javier, cuya fies-  ejércitos, que brille tu rostro y seremos
        ta celebramos. Benedicto XVI, al   salvados! Aleluia.
        proclamar el año de la fe, afirmaba
        que la puerta de la fe es la evan-           EVANGELIO
        gelización. El apóstol de las indias   Evan ge lio de nues tro Señor Jesu cris to
        escribía: “Cuanta gente hay que         se gún san Mateo 8, 5-11
        no conoce a Cristo porque no hay
        quien se lo anuncie”. Isaías fue     Al entrar en Cafarnaún, se le acer-
        profeta en su tiempo, más tarde lo   có un centurión, rogándole: «Señor, mi
        fue San Francisco de Javier, ahora   sirviente está en casa enfermo de pa-
        nos toca a nosotros. Hay que llevar   rálisis y sufre terriblemente.» Jesús le
        el mensaje; muchos de los que se   dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
        llaman cristianos, porque han sido   Pero el centurión respondió: «Señor,
        bautizados, no han sido suficiente-  no soy digno de que entres en mi casa;
        mente evangelizados. Llevemos la   basta que digas una palabra y mi sir-
        Buena Nueva de Cristo con la pa-  viente se sanará. Porque cuando yo,
        labra, pero sobre todo con nuestra
        vida. Vivamos este adviento con fe   que no soy más que un oficial subal-
        y esperanza pidiendo y trabajando   terno, digo a uno de los soldados que
        para que el príncipe de la paz sea   están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a
        conocido por todos los pueblos.   otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a
                                          mi sirviente: “Tienes que hacer esto”,
                   SALMO                  él lo hace.»
       Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: cf. 1)  Al oírlo, Jesús quedó admirado y
                                          dijo a los que lo seguían: «Les asegu-
       R. Vamos con alegría  a la Casa del   ro que no he encontrado a nadie en
       Señor.                             Israel que tenga tanta fe. Por eso les
                                          digo que muchos vendrán de Oriente y
         ¡Qué alegría cuando me dijeron:
       «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros   de Occidente, y se sentarán a la mesa
       pies ya están pisando tus umbrales,   con Abraham, Isaac y Jacob, en el
       Jerusalén.                                         R.  Reino de los Cielos.»
         Allí suben las tribus, las tribus del   Palabra del Señor.
       Señor -según es norma en Israel- para
       celebrar el nombre del Señor. Porque        COMENTARIO
       allí está el trono de la justicia, el trono
       de la casa de David.                          R.  En la memoria de san Francisco Ja-
                                            vier, presbítero, Jesús aparece sa-
         Auguren la paz a Jerusalén: «¡Vivan   nando al sirviente de un capitán ro-
       seguros los que te aman! ¡Haya paz   mano, de alguien con cierto poder
       en tus muros y seguridad en tus pala-  y de alguien pagano, no judío. Pero
   10 cios!».                                              R.
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