Page 150 - Mediavilla-C-Caligrafia
P. 150

DE  LA UNCIAL




          A LA CARQLINA






















            Estamos en los últimos aiios del siglo IV.  Teodosio, emperador de Oriente, firma los
            edictos de Constantinopla que se verán completados por medidas posteriores.
            El  cristianismo es proclamado linalmente religión  oficial del estado (3lh.).  Empiezan
            A emreverse las primeras incursiones bárbaras:  los visigodos de Alarico entran en
            Italia y Geiserico, rey de los vándalos, saquea Roma en 445·  El esplendor del Imperio
            romano produce sus últimos resplandores, aunque ciertamente el poder de Roma no
            se desmorona de un solo golpe ant(' el avance de las hordas bárbaras. El  inmenso
            tmpc>rio se disgrega poco a poco, como un barco a la deriva, ante la falta de un poder
            sólido y de una polítka coherente. No obstante, gracias a la eficacia y a la competencia
            de sus dirigentes, la administración imperial mantiene su influencia. La  Iglesia
            católica se establece dentro de este comexto, del que se aprovecha para codificar
            sus ritos y elevar el latín al rango de lengua sacra.  El alfabeto uncia!, trazado en el
            interior de los monasterios, s~rá el principal instrumento para la salvaguarda de
            la  cultura clásica. La elección de este aJfabeto concreto parece ser fruto de una
            voluntad política, cuya constante preocupación consiste en diferenciar claramente
            la forma de los textos sagrados de la de los textos • paganos ~. trazados en rústica.
             La escritura uncia! permitirá de este modo preservar la integridad del conocimiento
            y transmitir los libros y los dogmas. Aún permanecen en nuestra memoria las
            escenru. de saqueo, los asaltos violentos durante  los cuale!>  los monjes no dudaron en
             v~stirse la coraza, como Sidonío Apolinar, obispo de Clermont, que en 471 defendió
             victoriosamente la  ciudad frente a los invasores visigodos. Tras el fragor de la batalla
             podernos imaginar a estos <~rnonjes soldados»  deponiendo las armas y  retomando la
             pluma de ganso. El  monacato emergente constituye  la expresión más pura y más
                                                                                           Libro de Lindisfarne, principio del Evangelio
             característica del cristianismo desde los primeros siglos.  Este período marca también   de san Juan, folio  21 1.  Dimensiones del
             el principio de la actividad intelectual de la cristiandad. En 529 san Benito de   manuscrito: 28,4 x 34.3 cm. Hacia 698. Las tre¡,
                                                                                           primeras letras de las palabras in principio han
             Nur:.ia, patriarca de los monjes de Occidente, fundó la abadía de Montecassino;
                                                                                           sido ampliadas para formar un monograma
             hari.1 el 540 redactó una regla que se difundió durante la época carolingia y que   muhicolur. Le siguen ctnco lineas de extrañas
            sigue siendo la regla fw1damental de los benedictinos. Entre los siglos XI  y XI II   capitales, iniluidas por el estilo de lds runas.
                                                                                           Estas maytJsculas decorativas están bordeadas
             aparecieron nuevas órdenes religiosas con la intencion de reformar la doctrina de
                                                                                           por una fila de puntos rojo~ e iluminadas con
             san Benito.  Esta proliferación uc órdenes que caracteriza la  Edad  Media  permilió   Jos tres colores característims <.le las  minia1Uras
             que la cristiandad ejerciera una tutela sistematizada. Como un pulpo gigantesco,   irlandesas: el oropimentc, el verde malaquita
                                                                                           y la púrpura cle Casio. L~ C de la segunda
             la Iglesia extendió sus tentáculos ajena a los estados, a  la5  fronteras y a las lenguas
                                                                                           línea termina en una cabeza de mujer Jc estilo
             nactonales  El poder de la Iglesia se perfila de este modo como una d imensión
                                                                                           grotesco, excepcional en e:.tc manu:.crito.
             esencial y como una de las claves para el conocimiento íntimo del mundo medieval.   Londres, Biblioteca Britanica.




                                                             IJC  LA  IJNCI AL  A  L A  CAROLI NA                      125
   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154   155