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j.111 van O('n Velue. Floritura rxtraitla del
Spreghel cler Srlrrijfkonste, Rotterdam, 16o3.
El arabesco
El arte del arabesco es sin lugar a eludas uno de Jos aspectos más fascinantes de
la caligrafía, un arte a menudo percibido como misterioso y casi inalcanzaule.
En los países del Islam el Mabcsco consiste en un motivo decorativo en forma de
entrelazas, constmido en lu mayoría de los casos con elementos espirales o noralcs.
E~ta decoración, que enriquece y hace tan atractiva la compu~ición caligrMica,
se inscribe en la letra árabe y no constituye una prolongación o apéndice di:' é ta.
Por el contrario, en los países latinos los arabescos, según su definición, son trazos
ornamentales que prolongan las astas o los caídos de ciertas letras convencionales
que se prestan a ello. como b, d. p. q, y z. Estos trazos ~de regalo• no tienen otra
razón de ser ni otro objetivo que cautivar nuestra mirada.
En su libro Clwmp Fleury (1529), Geofroy Tory describe las letras capitaJe~
ornamentales o letras «regaladas• que, según dice, se colocan al inicio ue los
manuscritos y de los versículos. Como sobrepasan en una cuarta parte a las lrtras
normaJes, en francés se conocen corno «quadreaux» o ~<cadeaulx» y .-cac/elsij en
inglés. Unos doscientos años más tarde, Paillasson observa que los arabescos, que
él prefiere llamar • tr<•zo~ regalados», tienen un origen ára be o norteafricano. Dice
a este propósito: 1c Los trazos regalados, gue se hacen con el brazo y al vuelo, son
toques ele phmw que ~irvcn a lo::. maestros escritores para embellecer sus obras de
escritura y a los atnanuen~es para dar resplandor a un título o a un trabajo».
Por definición, e~>tos trazos ornamentales parecen escapar a cualquier explicación
racional o reducción csr¡ucrnática. Son la expresión gráfic¡¡ de la fantasía. ue la
inspiración y de la bclleLa salvaje. Pero es indispensable además el concurso de un
sentido del nrden y de la matización. Creatividad, gusto y c.lestreta son la:. cualidades
necesarias para realizar un arabesco bien logrado: creatividad para variar y no
incurrir en repeticwnes, gusto para discernir lo que puede convenir y destrela
para evitar la confusión y preservar cierto orden entre los diferentes elementos.
Un hermoso arabesco 'ie dehne, en primer lugar, por la exactitud de sus trazos y
de sus curvas y por la élrrnonía que crea con la escritura elegida. El arabesco posee
una lógica propia que se carncteriza lJOr los efectos de reduplicación, pMnleli~mo
o superposiCIÓn de un grueso sobre un perfil. Pe::.e a su aspecto recargado no
consti tuye una figura ue e~tílo t·aótica y desordenada. No todos los trazos sinuosos
o ensortijados que la m<mo traza sobre el papel se transfonnan de inmediato en
arabescos. No todo d mundo sabe trazar arabescos. la estela que deja un patinAdor
sobre el hielo es justamente lo contrario de un arabesco y la misma observaci6n
podría hacerse sobre el vuelo Je una mosc:a.
Cada estilo caligráfico tiene su correspondiente arabesco. Este adorno est;Í
casi ausente en la letra rústica. La gótica de textura y la bastarda cuent(ln con un
arabesco Je trazos gruesos muy contrastados, con formas quebradas y elaboradas;
la gótica de fractura permite trazados barrocos. Para la escritura de la redonda el
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