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AL&J'ANDRO M;AGN0.-12! ~

hallería de los Amig0$tPrden6 que,- a paso de
carga, avanzase la falange contra el mismo
centro en que se hallaba el rey persa.
Ambos reyes, a cortísimá distancia ya el
uno del otro, alentaban a los suyos al com-
bate. Darío, en su carro, y en su caballo Ale'."
jandro, iban rodeados de lo mejor de sus tro- ·
pas, cuyos esfuerzos tendían, ante todo, a
defender la vida de sus amados monarcas.
Relata Quinto Curcio 9.ue entonces un águi-
la empez6 a rovolotear sobre la cabeza de
AJ.ejandro sin que la amedrentase el fragor
de las armas, y que, como al mismo tiempo,
el adivino Cristandro agitaba en el aire la
rama de laurel que llevaba en la mano, los
macedonios vieron en aquellas señales la se-
guridad de su victoria, y se lanzaron con ma-
yor ímpetu al ataque. Sucedió también que,
habiendo atravesa<lo una lanza de los mace-
donios al persa que conducía el c.arro de Da-
río, e iba, naturalmente, sentado delante de
él, los macedonios creyeron que era;...el-rey el
que había muerto, y empezaron a lanzar gri-
tos de alegría y de triunfo. Al oi;r los pe:r~
que Darío había muerto prorrumpieron a.