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ALEJANDll-O llt:AGNO.-120

Aquella noche durmió Alejandro más pro-
funda y tranquilamente que nunca. Yendo
contra sus costumbres no se despertó hasta
bien entrado el día, por lo que los suyos, que
observaban desde las colinas los preparati- ·
vos de los persas, estaban en grande zowbra.
Cuando al fin el nionarca sali6 de su tienda,
alguien le pr~untó cómo podía dormir con
el tranquilo sueño de la :victoria, en víspera
de librarse tan grande batalla. Contesté> Ale-
jandro:
-¿ Te parece pequeña victoria no tener ya
que andar busc~ndo a _Darío, y tenerle delan-
te, dispuesto a medir sus fuerzas conmigo 1
Vistióse el. monar~a, púsose sus bruñidas
ar,mas, se caló el casco de acero, tan brillal\te
como el oro y la plata juntos, montó en el
Bucéfalo que aún no había perdido del todo
su primitivo ardor, y después de derribar las
trincheras, sacó afuera a sus tropas y las
hizo poner en orden de_ batalla. Extendió
. cuanto fué posible las alas de su exiguo ejér-
cit() v ~olocó en amlbas alas la caballería y en
· el tenÚ:o,la~emi~a falange. El guiaba, según
cuentan, el a:la derecha y llevaba junto a.si.a