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ALEJANlHI.O MAON0.-11!1

la segunda noche de estar acampados decidió
Alejandro presentar batalla a los persas.
Aunque ambos ejércitos se hallaban a una
distancia de sólo unos diez kilómetros, no
podían verse por impedírselo unos monteci-
llos que entre ellos había. Deseoso Alejandro
de formatse una idea clara de la situación de
su enemigo, subió a aquella altura, y quedó
yerdaderamente asom:braao al ver lo que en el
campo de los persas se extendía ante sus ojos.
Los que con él iban, se hicieron un paso
atrás, aterrorizados. En el campo persa qllie,
como ya hemos dicho, era inmenso, veíase
un inmenso río humano de todas las razas
y naciones. Alejandro convocó a los Amigos y
jefes principales del ejército y les pidió su
parecer acerca de lo que debía hacerse en,
aquel trance. La mayoría opinó que lo mej-Or
sería lanzar inmediat~:mente sobre el enemi-
go la temible falange, mas Parmenión acom••
sejó prudentemente que se acampara aún allí
algún tiempo y que se reconocieran aún me-
jor las fuerzas y posiciones de las fuerzas ene~
migas. Porque Parmenión gozaba de gran
prestigio entre los macedonios, prevaleció su
conse30.