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119.-LOS GRA'.ll'DES 110 .MBRES
Llegada la noche, Parmenión se deslizó iur ..
tivamente en la tienda del rey Alejandro:
-Poderoso monarca-fo dijo-e; ya has
visto cómo el ejército persa supera en número
a cuanto pudiera soñarse. Sal a la puerta de
tu tienda y verás cómo las .hachas con que ·
iluminan su campamento son tantas y ocupan
tal extensión que asemejan un mar de fuego.
Nunca a la luz clara del sol podremos poner
nuestro exiguo ejército ante tal enemigo.
Aprovechemos las sombrns de la noche para
caer de improviso sobre ellos, sin que sus ge-
nerales lleguen a advertir la enorme distan-
cia que hay entre nuestra fuerza y su fuerza.
Más de un millón de hombres debe contar
Darío en su ejército y nosotros sólo tenemos
l!llos siete mil caballos y cuarenta mil infan-
tes. Además, ellos llevan lar,go tiempo de re-
poso, mientras que nuestro ejército está ren-
dido, agotado, exhausto de las penalidades
sufridas en las continuas marchas y en los
rigores del desierto. Si hemos de batallar,
lancémonos a ello a~ora, de noche, y nos aytt-
, darán la obscuridad y la sorpresa.
Al~jandro contestó tan sólo : -Y o no soy
capaz de robar la victoria,