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13.-LOS GRANDES HOMBRES
reino, porque juzgo mejor no tener hijos que
dejarlos para deslustre de sus predecesores.
Aristóteles fué, en efecto, maestro de Ale-
jandro que, en verdad, aprovechó de modo ex-
tremado sus enseñanzas, enriqueciendo e ilus-
trando su espíritu con el conocimiento de las
ciencias, al tiempo que practicaba toda clase
de ejercicios que pudieran servirle después
para la guerra.
Y dícese que, desde la infancia, al par
que crecía en hermosura y robustez, dió Ale-
jandro muestras de la mayor generosidad, de
aquella generosidad sin límites que había de
· ser norma de su vida. «Era hermoso y agra-
dable», dicen sus biógrafos, aun cuando des-
preciaba todos los adornos, diciendo que el
cuidado del aliño y de la compostura sólo era
permitido a las mujeres. Tenía los miembros
bien pr<>p<>rcionados y el cuerpo robusto y for-
nido y más vigoroso en realidad que en apa ...
riencia, pues era de mediana estatura ; tenía
las carnes blancas, las mejillas rojas, los ca-
bellos·rubios y ensortijados, y lqs ojos, según
dicen, negro el derecho y a2íul eljzquierdo.