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111,-LOS  GIi.ANDES  HOMBRES
           -Concurriría a ellos, si tuviese a reyes por
         competidores.
            Y  su  ambici6n  de  gloria  era  tanta,  que,
         siendo, aún muy niño, cuando su padre, Fili,.
         po, lograba alguna nueva victoria, o conquis-
         taba algún nuevo país, decía a los otros mu-
         chachos de su edad :
           -Mi buen  padre,  no  nos  deja  nada  que
         hacer para cuando  seamos  mayores  y  poda-
         mos tomar las armas.
           Y así sentía, cuanto más  aumentaba Fili-
         po con  las  guerras  los  territorios y  rique-
         zas  del  imperio,  que  le disminuía su gloria
         futura, en la que no dejaba de pensar jamás.
         Este  pensamiento  y  el  estudio  llenaban  la
         vida de Alejandro hasta el punto de que,  no
         s6lo  dormía  naturalmente  poco,  sino  que
         busc~base artificios para dormir aún menos.
         Si tenía algún grave cuidado que le exigiera
         larga reflexi6n,  saca.ha el bra~ f11-era  del le•
         cho,  y  se  impedía _el  suefío con  el  ruido de
         una bola de plata que dejaba caer ~n  u:1,1a  va-
         sija.
           Desde su infancia tuvo· gran re!!peto a los
         dioses de sus-mayores. Cierto dfa, siendo niño
         aún, ech6 tanto incienso ante los altares, que
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