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ALEJANDRO MAGNO.-16
Leónidas, su ayo, varón severo y enemigo del
derroche, le regañó duramente, diciéndole:
· -Sólo cuando conquistes los lugares de
donde se trae el incienso, podrás quemar tan
grande porción de él.
Largos años más tarde, cuando Alejandro
pacificó la Arabia, que es el país donde el in•·
denso se produce, recordando las palabras de
Leónidas, le envió de aquellos lugares una
gran cantidad de perfu~s. Y al mensajer1>
que los llevaba, le dió orden de decir al viejo
ayo:
-No seas otra vez, ¡ oh, Leónidas!, tan
escaso en honrar a los dioses. Ya ves, por ex-
periencia, cómo remuneran con creces las
ofrendas que se les hacen.
Por el tiempo en que Alejandro tenía sólo
siete años, era rey de Persia Artajerjes Ocho,
contra el cual conspiraron y guerrearon los
sátrapas Artabases y Menapo,· acompa:ftados
del· famoso y esclarecid'O capitán Memn6n
Phodio. Maslos sátrapas fueron, vencidos por
Artajerjes y corrieron a refugiarse al reino de
Filipo, quien les otorgó cordiál acogida en su
reino, y aun ert su propio palacio. Alejandro,
que, como ya hemos ditho, era. un niúq q,~