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21.-L0S GRANDES HOMBkES

halagarle al mísmo tiempo que, le".'antándose
poco a poco la vestidura, le mont6 de un brin-
co. Revolvi6se entonces también el caballo,
sacudió la cerviz, no quiso sujetarse al fre-
no,· e hizo cuanto pudo por arrojar al jinete
y lanzarse a impetuosa carrera.
Entonce~ le sac6 Alejandro a un llano espa-
cioso donde pudiera correr libremente, le solt6
las riendas y le apret6 el acicate para que ga-
lopara a su antojo, y cuando el animal daba
muestras de fatiga, y quería pararse, él le
apretaba más y más. Así, a fuerza de fatiga
y trabajo, fué el Bucéfalo perdiendo aquella
indomable fogosidad, y se amans6, hasta _el
punto de -0bedecer en todo a su jinete. Cuan-
tos estaban ,presentes aplaudían con entusias-
mo, y el rey Filipo no cabía en sí de gozo
ante aquel grande triunfo de su hijo. Por ello,
cuando se ape6 del caballo, besándole, le dijo :
-Es la Macedonia muy pequeña para va-
lor tan grande.
·El Bucéfalo conservó la misma fiereza con
todos, y jamás se dejó montar por otra perso-
na que por Alejandro; en innúmeras victo-
rkis le acompañó y ayudó, le sac6 de muchí-