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ALEJANDRO MAONO.-26
puesta de tropas escogidas, acometió viva-
mente a la corte sagrada de los tebanos, la
oblig6 a dejar su puesto, y abrió el camino
para la victoria. Los bravos atenienses, ago-
tadas ya sus fuerzas con el calor y las heridas,
desanimados y perdidos con la derrota de sus
aliados, no pudieron resistir largo tiempo el
empuje de los macedonios. Así, una solaba-
talla, decidió de la libertad de toda la Grecia.
Sobre el campo de los atenienses quedaron
más de mil muertos, y más de dos mil fueron
hechos prisioneros. Filipo que, deseoso de
pasar a la conquista de Persia quería ganarse
el afecto de los griegos con clemencia y dul~
zura, envió a su propio hijo, Alejandro, a de-
cir a los atenienses :
-Mi padre os admite a su gracia y os brin-
da la paz. Os permite que enterréis a vuestros
muertos, y da la libertad a los prisioneros.·
Y he aquí que la fama de esta· victoria rin-
dió a todos los demás pueblos que habían to-
mado las armas contra la dominación de Ma-
cedonia si~ que, entre todos los griegos, que-
dasen exentos de su dominio más que· los la-
cedemonios y los arcades. Cuando Filipo hu~
bo conseguido esto, convocó en Corinto ~.