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25.-LOS GRANDES HOMBRES
duda grandísimo enojo, mas su hijo Ale-
jandro solfa decirle :
-No sintáis el defecto que os causó tal he-
rida, señor, pues así cada paso que dáis es
testimonio de vuestro valor y virtud.
A la sazón pretendía Filipo dominar en
toda la Grecia. Ello era difícil, porque los
griegos, los atenienses muy especia1mente,
eran muy celosos de su libertad. Y a los ate-
nienses, cuya resistencia animaba el famoso
Dem6stenes, se unieron los tebanos, yendo así
contra Filipo los dos pueblos más poderosos
de toda la Grecia. Las guerras se sucedían,
no ~edían ni unos ni otros, y ello determinó,
al fin, que se pensase en librar una sola y gran
batalla, en la que se jugase la libertad de toda:
la Grecia. Alejandro, no pudiendo moderar
su ardór guerrero, era el primero en aconsejar
a su padre que aceptase aquella magnífica oca-
sión que se le ofrecía para acrecentar y conso-
lidar su gloria.
Se dió la batalla. Y con tanta furia comba-
tieron unos y otros, que por mucho tiempo
permaneci6 la victoria indecisa. Hasta que, al
fin, Alejandro, a quien su padre había dado el
111and.o de una de las alas del111ejército, com•