Page 187 - El Retorno del Rey
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Lo que Sam contemplaba era el Orodruin, la Montaña de Fuego, Una y otra
vez los hornos encendidos en el fondo abismal del cono de ceniza se calentaban al
rojo, y entonces la montaña se henchía y rugía como una marea tempestuosa, y
derramaba por las grietas de los flancos ríos de roca derretida. Algunos corrían
incandescentes hacia Barad-dûr a lo largo de canales profundos; otros se abrían
paso a través de la llanura pedregosa, hasta que se enfriaban y yacían como
retorcidas figuras de dragones vomitadas por la tierra atormentada. En esa hora
de trabajos, contemplaba Sam el Monte del Destino, y la luz oculta detrás de la
mole enorme de los Ephel Dúath para quienes subían desde el oeste, se volcaba
ahora resplandeciendo sobre las caras desnudas de las rocas, que parecían tintas
en sangre.