Page 184 - El Retorno del Rey
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La Torre de Cirith Ungol
Sam se levantó trabajosamente del suelo. Por un momento no supo dónde se
encontraba, pero luego toda la angustia y la desesperación volvieron a él. Estaba
en las tinieblas, ante la puerta subterránea de la fortaleza de los orcos; y los
batientes de bronce continuaban cerrados. Sin duda había caído aturdido al
abalanzarse contra la puerta; pero cuánto tiempo había permanecido allí, tendido
en el suelo, no lo sabía. Entonces había sentido un fuego de furia y desesperación;
ahora tenía frío y tiritaba. Se escurrió hasta la puerta y apoyó el oído.
Dentro, lejanos e indistintos, oyó los clamores de los orcos; pero pronto
callaron o se alejaron y todo quedó en silencio. Le dolía la cabeza y veía luces
fantasmales en la oscuridad, pero trató de serenarse y reflexionar. Era evidente,
en todo caso, que no tenía ninguna esperanza de entrar en la fortaleza por aquella
puerta: quizá tuviera que esperar allí días y días antes que se abriese, y él no
podía esperar: el tiempo era desesperadamente precioso. Y ahora ya no dudaba
acerca de lo que tenía que hacer: salvar a su amo, o perecer en el intento.
« Que perezca es lo más probable, y además mucho más fácil» , se dijo,
taciturno, mientras envainaba a Dardo y se alejaba de la puerta de bronce.
Lentamente a tientas volvió sobre sus pasos a lo largo de la galería oscura, sin
atreverse a usar la luz élfica; y en camino, trató de recordar los hechos del viaje,
desde que partiera con Frodo de la Encrucijada. Se preguntó qué hora sería.
« Algún momento del tiempo entre un día y otro» , pensó, pero hasta de los días
había perdido la cuenta. Estaba en un país de tinieblas en que los días del mundo
parecían olvidados, y todos quienes entraban en él también eran olvidados.
« Me pregunto si alguna vez se acuerdan de nosotros» , dijo, « y qué les estará
pasando a todos ellos, allá lejos» . Movió la mano señalando vagamente adelante;
pero en realidad ahora, al volver al túnel de Ella-Laraña, caminaba hacia el sur,
no hacia el oeste. En el oeste, en el mundo de fuera, era casi el mediodía del
decimocuarto día de marzo, según el calendario de la Comarca, y en aquel
momento Aragorn conducía la flota negra desde Pelargir, y Merry cabalgaba
con los Rohirrim a lo largo del Pedregal de las Carretas, mientras en Minas Tirith
se multiplicaban las llamas, y Pippin veía crecer la locura en los ojos de
Denethor. No obstante, en medio de tantas preocupaciones y temores, una y otra
vez los pensamientos de los compañeros se volvían a Frodo y a Sam. No los
habían olvidado. Pero estaban lejos, más allá de toda posible ayuda, y ningún
pensamiento podía socorrer aún a Samsagaz hijo de Hamfast; estaba
completamente solo.
Regresó por fin a la puerta de piedra de la galería de los orcos, y al no descubrir