Page 180 - El Retorno del Rey
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montes grises unas fuerzas diez y más veces superiores los envolverían en un
mar de enemigos. Sauron había mordido la carnada con mandíbulas de acero.
Poco tiempo le quedaba a Aragorn para preparar la batalla. En una misma
colina estaban él y Gandalf, y allí enarbolaron el estandarte, hermoso y
desesperado del Árbol y las Estrellas. En la colina opuesta flameaban los
estandartes de Rohan y de Dol Amroth, Caballo Blanco y Cisne de Plata. Un
círculo de lanzas y espadas defendía las dos colinas. Pero al frente, en dirección
a Mordor, allí donde esperaban la primera embestida violenta, estaban los hijos
de Elrond a la izquierda, rodeados por los Dúnedain, y a la derecha el Príncipe
Imrahil con los apuestos caballeros de Dol Amroth, y algunos hombres escogidos
de la Torre de la Guardia.
Soplaba el viento, cantaban las trompetas, y las flechas gemían; y el sol que
ahora subía hacia el sur estaba empañado por los vapores infectos de Mordor;
brillaba remoto, tétrico y bermejo, como a la hora postrera de la tarde, o a la
hora postrera de la luz del mundo. Y a través de la bruma cada vez más espesa
llegaron con sus voces frías los Nazgûl, gritando palabras de muerte. Y entonces
la última esperanza se desvaneció.
Cuando oyó a Gandalf rechazar las condiciones del emisario, condenando a
Frodo al tormento de la Torre, Pippin se dobló hacia delante, aplastado por el
horror; pero había logrado sobreponerse y ahora estaba de pie junto a Beregond
en la primera fila de Gondor, con los hombres de Imrahil. Pues pensaba que lo
mejor sería morir cuanto antes y abandonar aquella amarga historia, ya que la
ruina era total.
—Ojalá estuviera Merry aquí —se oyó decir, y se le cruzaron unos
pensamientos rápidos, aun mientras miraba al enemigo que se precipitaba al
ataque—. Bien, ahora al menos comprendo un poco mejor al pobre Denethor. Si
hemos de morir ¿por qué no morir juntos, Merry y yo? Sí, pero él no está aquí, y
ojalá tenga entonces un fin más apacible. Pero ahora he de hacer lo que pueda.
Desenvainó la espada y miró las formas entrelazadas de rojo y oro, y los
caracteres fluidos de la escritura númenoreana centellearon en la hoja como un
fuego. « Fue forjada de propósito para un momento como éste» , pensó. « Si
pudiera herir con ella a ese emisario inmundo, al menos quedaríamos iguales, el
viejo Merry y yo. Bueno, destruiré a unos cuantos de esa ralea maldita, antes del
fin. ¡Ojalá pueda ver por última vez la luz límpida del sol y la hierba verde!»
Y mientras pensaba esto, cayó sobre ellos el primer ataque. Impedidos por
los pantanos que se extendían al pie de las colinas, los orcos se detuvieron y
dispararon una lluvia de flechas sobre los defensores. Pero entre los orcos, a
grandes trancos, rugiendo como bestias, llegó entonces una gran compañía de
trolls de las montañas de Gorgoroth. Más altos y más corpulentos que los