Page 175 - El Retorno del Rey
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parte vuestra vergüenza. Id por el sudoeste hasta Cair Andros, y si aún está en
manos del enemigo, como lo sospecho, reconquistadla, si podéis, y resistid allí
hasta el final, en defensa de Gondor y de Rohan.
Abochornados por la indulgencia de Aragorn, algunos lograron sobreponerse
al miedo y seguir adelante; los demás partieron, alentados por la perspectiva de
una empresa honrosa y a la medida de sus fuerzas; y así, con menos de seis mil
hombres, pues ya habían dejado muchos en la Encrucijada, los Capitanes del
Oeste marcharon al fin a desafiar la Puerta Negra y el poder de Mordor.
Ahora avanzaban lentamente, esperando a cada momento una respuesta, y en
filas más compactas, comprendiendo que enviar batidores o pequeños grupos de
avanzada era un despilfarro de hombres. Al anochecer del quinto día de viaje
desde el Valle de Morgul, prepararon el último campamento, y encendieron
hogueras alrededor con las pocas ramas y malezas secas que pudieron encontrar.
Pasaron en vela las horas de la noche, y alcanzaron a ver unas formas indistintas
que iban y venían en la oscuridad, y escucharon los aullidos de los lobos. El
viento había muerto y el aire de la noche parecía estancado. Apenas veían, pues
aunque no había nubes, y la luna creciente era de cuatro noches, humos y
emanaciones brotaban de la tierra, y las nieblas de Mordor amortajaban el
creciente blanco.
Empezaba a hacer frío. Al amanecer, el viento se levantó otra vez, ahora
desde el norte, y no tardó en convertirse en un hálito helado. Todos los
merodeadores nocturnos habían desaparecido, y el paraje parecía desierto. Al
norte, entre los pozos mefíticos, se alzaban los primeros promontorios y colinas
de escoria y roca carcomida y tierra dilapidada, el vómito de las criaturas
inmundas de Mordor; pero ya cerca en el sur asomaba el baluarte de Cirith
Gorgor, y en el centro mismo la Puerta Negra, flanqueada por las dos Torres de
los Dientes, altas y oscuras. Porque en la última etapa los Capitanes, para evitar
posibles emboscadas en las colinas, se habían desviado del viejo camino en el
punto en que se curvaba hacia el este, y ahora, como lo hiciera antes Frodo, se
acercaban al Morannon desde el noroeste.
Los poderosos batientes de hierro de la Puerta Negra estaban herméticamente
cerrados bajo la arcada hostil. En las murallas almenadas no había señales de
vida. El silencio era sepulcral, pero expectante. Habían llegado por fin a la meta
última de una aventura descabellada, y ahora, a la luz gris del alba contemplaban
descorazonados y tiritando de frío aquellas torres y murallas que jamás podrían
atacar con esperanzas, ni aunque hubiesen traído consigo máquinas de guerra de
mucho poder, y las fuerzas del enemigo apenas alcanzasen a defender la puerta