Page 178 - El Retorno del Rey
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—¡Así que tenéis con vosotros a otro de esos trasgos! —gritó—. Qué utilidad
les encontráis, no lo sé. Pero enviarlos a Mordor como espías, sobrepasa vuestra
inveterada imbecilidad. Sin embargo, tengo que darle las gracias, pues es
evidente que ese alfeñique ha reconocido los objetos, y ahora sería inútil que
pretendierais desmentirlo.
—No pretendo desmentirlo —dijo Gandalf—. Y en verdad, yo mismo los
conozco, así como la historia de cada uno de ellos, y tú, inmundo Boca de Sauron,
a pesar de tus sarcasmos, no puedes decir otro tanto. Mas ¿por qué los has traído?
—Cota de malla de enano, capa élfica, hoja forjada en el derrotado Oeste, y
espía de ese territorio de ratas, la Comarca… ¡No, calma! Bien lo sabemos…
estas son las pruebas de una conspiración. Y bien, tal vez quien llevaba estas
prendas es alguien que no lamentaríais perder, o tal vez sí, acaso alguien muy
querido. Si es así, decididlo de prisa, con el poco seso que aún os queda. Porque
Sauron no simpatiza con los espías, y el destino de éste depende ahora de
vosotros.
Nadie le respondió; pero viendo las caras grises de miedo y el horror en todos
los ojos, volvió a reír, pues le pareció que estaba ganando la partida.
—¡Magnífico, magnífico! —exclamó—. Veo que era alguien muy querido.
¿O acaso la misión que llevaba era tal que no querríais que fracasara? Pues bien,
ha fracasado. Y ahora tendrá que soportar el lento tormento de los años, tan largo
y tan lento como sólo pueden conseguirlo nuestros artificios en la Gran Torre; ya
nunca más será liberado, salvo tal vez cuando esté quebrado y consumido, y
entonces irá a vosotros, y veréis lo que le habéis hecho. Todo esto le ocurrirá
ciertamente… a menos que aceptéis las condiciones de mi Señor.
—Di esas condiciones —dijo Gandalf con voz firme, pero quienes lo
rodeaban vieron angustia en el semblante del mago; y ahora parecía un anciano
decrépito, aplastado y derrotado al fin. Nadie pensó que no las aceptaría.
—He aquí las condiciones —sonrió el emisario, mientras observaba uno a uno
a los Capitanes—, La chusma de Gondor y sus engañados secuaces se retirarán
en seguida a la otra orilla del Anduin, pero ante todo jurarán no atacar nunca más
a Sauron el Grande con las armas, abierta o secretamente. Todos los territorios al
este del Anduin pertenecerán a Sauron para siempre y sólo a él. Las tierras que
se extienden al oeste del Anduin hasta las Montañas Nubladas y la Quebrada de
Rohan serán tributarias de Mordor, y a sus habitantes les estará prohibido llevar
armas, pero se les permitirá manejar sus propios asuntos. No obstante, tendrán la
obligación de ayudar a reconstruir Isengard, que ellos destruyeron para nada, y
la ciudad pertenecerá a Sauron, y allí residirá el lugarteniente de Sauron: no
Saruman sino otro, más digno de confianza.
Mirando los ojos del emisario, era fácil leerle el pensamiento. El sería el
lugarteniente de Sauron, y él mandaría en todo cuanto quedara del Oeste: él sería
el tirano y ellos los esclavos.