Page 181 - El Retorno del Rey
P. 181
hombres, no llevaban otra vestimenta que una malla ceñida de escamas córneas,
o quizás esto fuera la repulsiva piel natural de las criaturas; blandían escudos
enormes, redondos y negros, y las manos nudosas empuñaban martillos pesados.
Saltaron a los pantanos sin arredrarse y los vadearon, aullando y mugiendo
mientras se acercaban. Como una tempestad se abalanzaron sobre los hombres
de Gondor, golpeando cabezas y yelmos, brazos y escudos, como herreros que
martillaran un hierro doblado al rojo. Junto a Pippin, Beregond los miraba
aturdido y estupefacto, y cayó bajo los golpes; y el gran jefe de los trolls que lo
había derribado se inclinó sobre él, extendiendo una garra ávida; pues esas
criaturas horrendas tenían la costumbre de morder en el cuello a los vencidos.
Entonces Pippin lanzó una estocada hacia arriba, y la hoja del Oesternesse
atravesó la membrana coriácea y penetró en los órganos; y la sangre negra
manó a borbotones. El troll se tambaleó, y se desplomó como una roca
despeñada, sepultando a los que estaban abajo. Una negrura y un hedor y un
dolor opresivo asaltaron a Pippin, y la mente se le hundió en las tinieblas.
« Bueno, esto termina como yo esperaba» , oyó que decía el pensamiento ya
a punto de extinguirse; y hasta le pareció que se reía un poco antes de hundirse en
la nada, como si le alegrase liberarse por fin de tantas dudas y preocupaciones y
miedos. Y aún mientras se alejaba volando hacia el olvido, oyó voces, gritos, que
parecían venir de un mundo olvidado y remoto.
—¡Llegan las Águilas! ¡Llegan las Águilas!
El pensamiento de Pippin flotó un instante todavía.
—¡Bilbo! —dijo—. ¡Pero no! Eso ocurría en la historia de él, hace mucho,
mucho tiempo. Esta es mi historia, y ya se acaba. ¡Adiós! —Y el pensamiento
del hobbit huyó a lo lejos, y sus ojos ya no vieron más.