Page 217 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Anduin bajó la mirada para ver que Calia se había parado a su lado. Ella alzó la
           vista hacia él y vio que estaba asustada por su amigo. Él también lo estaba, aunque había

           conocido al arzobispo recientemente.


                    Todo será como la Luz lo quiera, pensó.

                    Durante un momento, Anduin pensó que el paladín estaba tan iracundo que ni

           siquiera lo intentaría. Pero entonces Turalyon alzó un brazo. Un rayo de lo que parecía
           un puro y dorado rayo de sol, imposible a esas horas de la noche cuando ese orbe escondía

           su cabeza, brilló sobre ambas formas.

                    El rostro de Turalyon era tan duro como una roca. Era la imperdonable expresión

           de la justicia lo que parecía ser lo correcto. Pero entonces, mientras Anduin observaba,
           estupefacto por la lucha silenciosa que se desarrollaba entre la creencia y la fe, que ese
           rostro de granito se suavizó. Los ojos de Turalyon se abrieron; entonces la luz dorada y
           radiante que envolvió al vivo y al muerto atrapó el brillo de lágrimas no derramadas. La

           alegría se expandió por su rostro y entonces, mientras Anduin observaba, conmovido más
           allá de las palabras, Turalyon, paladín de la Mano de Plata, alto exarca del Ejército de la

           Luz, cayó de rodillas.

                    —Su  Excelencia  —exhaló—.  Discúlpame,  mi  viejo  amigo. Mi  arrogancia  me

           cegó hacia lo que estuvo claro todo el tiempo si hubiera visto con los ojos correctos.

                    Y agachó la cabeza para recibir la bendición del arzobispo.


                    Faol también luchaba con la emoción.


                    —Querido muchacho —dijo con una voz que temblaba—, querido muchacho. No
           hay nada que perdonar. Hubo un tiempo en el que habría concordado contigo. Eres el

           único miembro viviente de la Orden original, el último de los únicos hijos que jamás
           tendré. Estoy agradecido de no haberte perdido también, ni por la muerte, o el Vacío, o
           por tus propias limitaciones.


                    Él apoyó la mano, descompuesta y sin vida, sobre la cabeza gris y dorada del
           paladín. Turalyon cerró los ojos en alegría silenciosa.


                    —Mi  bendición,  tal  cual  es,  está  sobre  ti.  No  hay  nadie,  vivo,  muerto  o  en
           cualquiera de las misteriosas sombras entre ellas, que no se beneficie de siempre mirar

           con ojos, corazón y mente bien abiertos. Levántate, mi querido muchacho y guía mejor
           ahora que tienes un entendimiento mayor sobre los caminos de la Luz.


                    Turalyon lo hizo, pareciendo torpe por un momento antes de enderezarse. Miró
           hacia Anduin.





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