Page 283 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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La Luz lo iluminó con su tono cálido y envolvió el inmóvil pero completamente
intacto cuerpo de la reina de Lordaeron y giró sobre el arzobispo renegado. Anduin lo
sintió aumentar como una ola, entonces crecer y romperse, vaciándolo mas no agotándolo.
La fría mano en la suya apretó.
Anduin jadeó mientras Calia abría los ojos. Resplandecían con un suave y amable
blanco, no el misterioso tono amarillo de un renegado. Una sonrisa surcó el rostro que no
tenía un rubor de vida en él. Lentamente su cuerpo se inclinó de horizontal a vertical y
sus pies se apoyaron en el piso de piedra.
Calia Menethil estaba muerta, pero vivía. No era un salvaje no-muerto, pero
tampoco era un renegado. Había sido resucitada por un humano y un renegado, ambos
usando el poder de la Luz, bañados en el resplandor de un Naaru.
—Calia —dijo Faol y su voz tembló—. Bienvenida, querida muchacha. ¡No me
atreví a esperar que volverías con nosotros!
—Alguien me dijo una vez que la esperanza es lo que tienes cuando todo lo demás
te ha fallado —Calia le dijo. Su voz tenía un eco sepulcral, pero igual que la de Faol, era
cálida y amable. Su mirada blanca viajó a Anduin. Ella sonrió gentilmente.
—Donde hay esperanza, se hace espacio para sanar, por todas las cosas que son
posibles, y algunas que no lo son.
Anduin observó mientras todos respondían a la… ¿qué? ¿Resurrección? De Calia.
No, ella todavía estaba muerta. ¿Un regalo oscuro? Eso tampoco sería correcto, porque
fue la Luz que estuvo presente hoy. No había nada de oscuridad en esa mujer no-muerta.
Aunque, después de un corto momento, ella giró hacia Anduin y le sonrió con
tristeza.
—Gracias —dijo—, por ayudar al arzobispo a traerme de vuelta.
—La Luz no necesitaba mi ayuda —dijo.
—Bueno, entonces por no abandonarme en el campo.
—No podía hacer eso —frunció el ceño y preguntó en voz baja— ¿Ese fue tu
plan? ¿Usar mi trabajo en la Reunión como una oportunidad de reclamar tu trono?
La pena revoloteó su pálido rostro
—No. En realidad no. Ven a sentarte conmigo. —encontraron una pequeña mesa
y todos les dieron privacidad.— Desde que conocí al Arzobispo Faol, había creído que
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