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CAPÍTULO DOCE










                          THUNDER BLUFF






                    Sylvanas Windrunner se reclinó en una piel curtida en el gran tipi en el Alto de

           los Espíritus. Nathanos se sentó junto a ella. Él parecía incómodo por sentarse con las

           piernas cruzadas en el suelo, pero si a ella no le permitían sentarse en una silla o quedarse
           de  pie,  tampoco  lo  dejaría  a  él.  Un  mago  elfo  de  sangre,  Arandis  Sunfire,  la  había
           acompañado también para que pudiera retirarse rápidamente si las cosas se volvían muy

           aburridas  o  si  una  emergencia  requería  su  atención.  Estaba  parado  firmemente  a  la
           izquierda de la pareja, con un semblante como si deseara estar en cualquier lugar excepto
           ahí. A la derecha de Sylvanas una de sus forestales, Cyndia, cuya perfecta quietud hacía

           ver la rigidez de Arandis intensa.

                    Sylvanas se inclinó hacia Nathanos y murmuró en su oreja.


                    —Estoy  tan  cansada  de  tambores  —para  ella,  era  el  sonido  unificador  de  la

           “antigua Horda”. Los orcos, los trolls y los tauren, por supuesto, parecían estar más que
           dispuestos a golpear felizmente los tambores a cualquier hora. Ahora, al menos, no era el
           golpe seco de los tambores de guerra de los orcos, sino el tamborileo suave y firme
           mientras el Archidruida Hamuul Runetotem hablaba sobre la “tragedia de Silithus”.


                    En  lo que  a  Sylvanas  respectaba, lo que había  sucedido no era  realmente  tan

           trágico. En su opinión, un titán loco insertando una espada en el mundo había sido un
           regalo. Estaba manteniendo el descubrimiento de Gallywix en secreto hasta que estuviera
           segura de cómo podría utilizar propiamente ese material tan particular para beneficio de

           la Horda. Gallywix le había dicho que tenía “a gente trabajando en eso también”.

                    También,  ¿qué  había  en  Silithus,  realmente,  sino  insectos  gigantes  y  cultores

           Crepusculares, sin lo que el mundo estaba mucho mejor? Pero los tauren en particular,




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