Page 99 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Debí haber hecho esto hace mucho tiempo, pensó Sylvanas. Se levantó con gracia
           y se dirigió al líder tauren.


                    —Tengo algo que sólo tus orejas deben escuchar, Gran Jefe —dijo, su voz casi

           un ronroneo—. Camina conmigo.

                    Las orejas de Baine se alisaron contra su cabeza por un momento, pero asintió y

           descendió los escalones que llevaban del tipi a lo alto.


                    Los Altos de Cima del Trueno —Alto de los Espíritus, Alto de los Ancestros y
           Alto de los Cazadores— estaban conectados por el Alto Central por unos puentes de
           cuerda  y  tablas.  Sylvanas  se  maravilló  en  silencio  ante  la  ingeniería.  Parecían  tan

           desvencijados y precarios, pero fácilmente aguantaban el peso de varios tauren cruzando
           al mismo tiempo.


                    Sylvanas caminó sin titubear por el medio del puente. Se tambaleó un poco. Desde
           ahí podía ver el suave brillo de la caverna que albergaba las Pozas de las Visiones. Antes
           de irse, tendía que visitar ese lugar; era la única congregación de renegados en la capital

           tauren.  Necesitaba  volver  a  casa,  a  Undercity  también:  para  reunirse  con  el  Concejo
           Desolado. Para valorar la amenaza —o falta de— por ella misma.


                    —¿Cuáles son esas palabras que deseas compartir conmigo, Jefe de Guerra? —
           preguntó Baine.


                    —¿Mi gente es feliz aquí?


                    El tauren ladeó la cabeza en confusión.

                    —Creo que sí —dijo—. Tienen todo lo que han querido y parecen satisfechos.


                    —Los tauren se hicieron amigos de los renegados cuando fueron rechazados por

           la Alianza. Por eso siempre estaré agradecida.

                    Hamuul Runetotem, actualmente una espina en su costado, había argumentado

           exitosamente que los renegados eran capaces de redimirse. Con libre albedrío, podían
           escoger expiar lo que habían hecho después de ser asesinados y esclavizados a voluntad
           del Rey Lich. Había convencido al Jefe de Guerra Thrall, quien sabía una cosa o dos

           acerca de pueblos vistos como “monstruos”, de admitir a los renegados en la Horda.


                    Sylvanas jamás olvidaría eso. Ella se giró a Baine, mirándolo.

                    —Y por eso fue que hice de la vista gorda cuando intentaste una amistad con

           cierto humano.






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