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mayoría de nosotras nos sentimos respaldadas, a la vez, por nuestros antecesores y descendientes,
y abrazadas por la familia más grande de todas: la smeíta. ¿Qué ejemplo más claro de dignidad y
valentía podíamos heredar a nuestras hijas e hijos?
La dignidad fue el sentimiento profundo que dio sentido a nuestra lucha y a nuestras vidas, nos
hizo libres a hombres y mujeres. Es el valor que nos permite aceptar y enarbolar orgullosamente
los ideales que nos dan fuerza para navegar libres por la vida, incluso en condiciones de opresión,
y que nos da la convicción para sostener nuestros principios. Con la dignidad se nace, requiere que
seamos conscientes de nuestros derechos inalienables y nos hace perceptibles al dolor y a la
injusticia, por eso hay seres excepcionales que la defienden con su vida porque no están dispuestos
al sometimiento.
Acompañamos a Rogelio en todo su proceso de participación política cuando decidió resistir
peleando al lado de sus compañeras y compañeros. Participó en la huelga masiva de hambre
enarbolando sus principios. Fue un proceso muy angustiante que enfrentó con pleno
convencimiento y una gran disciplina mental, fortalecida por la amplia participación de sus
compañeras y compañeros aguerridos provenientes de distintas divisiones y departamentos. En
esta etapa nos expresa por escrito el respeto y amor por su Sindicato y todos sus compañeros, en
especial a quienes ofrendan su salud y su vida para recuperar su trabajo, la energía y los recursos.
Es una gran lección que, a nosotros, su familia de origen, nos hace crecer.
Nueve meses después la enfermedad le impide caminar y cae enfermo. Él, como muchos de sus
compañeras y compañeros, se han de resistir además al trato inhumano del Seguro Social, que en
aquel momento cierra la clínica 26. Las adversidades tienen el don de dejarnos lecciones muy
grandes, pues en ese período Rogelio empieza a perder sus aptitudes físicas pero su mente y espíritu
se expanden.
Su padecimiento fue otro proceso más en el que nunca nos vimos solos. En éste, aprendimos a
convivir muy de cerca con la vida y con la muerte. Esto nos lleva a buscar un sentido profundo que
diera luz a nuestra existencia para contrarrestar nuestra impotencia y el dolor de ir de pérdida en
pérdida. Acudimos a pensamientos sublimes como el de José Martí, Ernesto Guevara, Peter Frankl,
Nelson Mandela, Jorge Matus, Benito Juárez, entre otros. Yo encontré, en mi hijo, mis Padres,
hermanos míos y de Rogelio, el sostén para salir adelante, y en el Sindicato muestras efectivas de
solidaridad y cariño que me dieron la firme convicción de nunca rendirme.
Cuando Rogelio partió... nos sentimos desgarrados, tristes, pero nunca vencidos y siempre
Dignos. Ninguno de nosotros laborábamos en la Compañía de Luz y Fuerza, pero sentimos la
necesidad de regresar a la resistencia para llenarnos de coraje y retomar nuestra identidad.
Confirmamos que pertenecer al Sindicato Mexicano de Electricistas es un honor porque está
conformado por trabajadoras y trabajadores sabedores de su papel histórico. Pelear junto a ellos
para recuperar las condiciones dignas de sus trabajadores, es estar junto a Rogelio, y ése es un gran
honor.
Cuan larga ha sido la resistencia, así de grandes han sido sus enseñanzas para nosotros. Los
principios que nos sostienen siguen más vivos que nunca, son nuestra convicción. Estoy convencida
del poder que tenemos como clase trabajadora organizada y del compromiso para transformar
nuestro país devastado por las reformas neoliberales. No ha sido nada fácil. La lucha continúa, y la
enfrentamos con convicción plena y dignidad.
Marzo del 2018