Page 97 - SAN FERNANDO DE OCCIDENTE. ELEMENTOS DE SU TRADICIÓN
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de la hispánica estirpe, cuna de los Pérez y Garcés,
                                       de los Rodríguez, Rangeles, Pantiños,

                                  que, de tus dulces vegas y riquísimos huertos,

                        ataviados con el ambarino manto de los naranjos y limoneros,

                                           han sabido crear un idílico valle,
                                         donde canta el labriego y el pastor,

                                     el himno sacrosanto de sus diarias faenas,

                                al compás del son tonificante del hacha vigorosa,

                                y del arrullador mugido de las ubérrimas vacadas!


                   ¡Salve, San Fernando de la Trinidad, florido jardín de católicos hogares!

                            En el honrado pecho de tus recios y esforzados varones,
                              y en los castos ensueños de tus bellísimas doncellas,

                      arde siempre encendida la lámpara esplendente de la fe de Cristo

                                y el amor entrañable de la Virgen Purísima María.



                                     Bajo la mirada providente de Dios padre,
                                    muy cerca del costado abierto de Dios hijo,

                           y animado por el tibio y amoroso soplo del Espíritu Santo,

                          discurro por entre las orgullosas espinas de maíces y cañas,
                                  el estremecido acento de una mística oración,

                                impetrada por los labios de todos tus moradores.



                                         Es una común y magnifica plegaria,
                                     que se derrama a lo largo del Magdalena,

                                 y, como las garzas blancas de sus cálidas orillas,

                             tienden su largo y silencioso vuelo hacia el azul infinito,

                       para luego recoger sus alas en ese inmenso y palpitante corazón,
                         en ese colosal ventrículo de piedra que es tu templo augusto,





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