Page 322 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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           Materialistas o ingenuos, como recién salidos que fueron del
      seno de la Naturaleza, ellos tradujeron las primeras de aquellas
       fórmulas en la forma de Dios-viento  y  Diablo-viento,  y  las segun-
       das en la de Dios aliento puro  y  vivificador que embalsama lo
       creado,  y  Diablo cuyo “viento” es obsceno  y  fétido.
           En esta forma nació el Supaya quechua   el hediondo, el re-
                                                  ;
      pugnante, el despreciable.
           Volvemos al proceso de formación de las creencias  y  abusio-
      nes de los antiguos peruanos.
           Uno de los rasgos típicos de la sociabilidad de estos últimos
      fué su apretada cohesión aillal condición que se acentúa en mo-
      mentos de inmenso apremio, en que se habría dicho que la natu-
      raleza entera se hubiese propuesto exterminar a la raza.
           Rodeada de peligros la horda primitiva, la hembra que en
      ella venía sintió la necesidad de estrecharse al varón,el hijo al
      padre, el hermano al hermano, hasta formar aquello que en las
      lenguas aimaras  y  quechus se llamó el aillo gobernado de prime-
                                               ,
      ra intención por el hermano más fuerte: el futuro Cinchi de la
      organización imperial cuzqueña.
           En esta forma se perfila dentro de la organización aillal pe-
      ruana el primer mandón, padre lejano del futuro Inca, a la vez
      que el primer hechicero, que lo es el hermano más listo  y  astuto,
      lejano pariente del futuro sacerdote.
          Y decimos el futuro hechicero  y  no el primer sacerdote, por-
      que los momentos apremiantes que decimos no estuvieron para ri-
      tos pausados, que ya tendrían su razón de ser en épocas de des-
      canso  y  de bienandanza, sino para el sortilegio  y  el encantamien-
      to inmediatos, que salven de momento la dificultad que acosa, el
      peligro que amenaza.
           Comienza la peregrinación de la manada tribal a través del
      continente americano,  y es  el sentimiento cohesivo del  aillo en
      formación el que logra mantenerla unida en medio de los peligros
      que de otra manera hubiesen originado su dispersión.
          Los muertos, aderezados en la izanga fúnebre, acompañan a
      la fratría en su marcha apresurada,  y  no tan sólo sus restos mor-
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