Page 323 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN PERUANA 319
tales, sino, a la vez, sus facultades pensantes, vencedoras de la
muerte, su espíritu vigilante, inclinado a ver por el bienestar de
sus hermanos de aillo, sus aptitudes, siempre dispuestas a conjurar
en el más allá los peligros que sobre aquéllos se ciernen.
De allí el culto de los muertos culto noble, filial y conmove-
dor cual pocos en el mundo.
Este culto, hecho de afectos y remembranzas por demás res-
petables, tiene su ara en la huaca que guarda los restos mortales
de los que en vida formaron parte del aillo consociados en su ló-
brego seno por la eternidad; su sacerdote el antiguo Humo o he-
chicero, convertido en el rimachic, esto es, en el levita que cuida de
las momias tutelares, las consulta en ocasiones dadas y las hace
hablar; momias, decimos, que al hablar por boca de sus custodios
son denominadas rimacs: “las momias que hablan”; las momias
que aconsejan en el presente y con sus amonestaciones se antici-
pan al porvenir el “confesor” en el ichuri, el censor que conoció
;
las faltas civiles cometidas por sus hermanos de aillo y los reveló
al Iluillac TJma el cual a su vez los repitió al oído de la cabeza de
,
la momia habladora, de donde provino su nombre de “el que avi-
sa” (huillac) a la cabeza (urna) de aquélla.
Hubo en todo esto el menor asomo de demonismo, en el sen-
¿
tido verdadero de la palabra?...
¿No se engañaron lastimosamente Estete, el compañero de
Hernando Pizarro en la aventura de Pachacamac de 1533, al es-
cribir acerca de un ídolo en que el demonio “se metió por envidia
del Dios puro, para engañar a los indios”, y los evangelizadores
de Caj amarca y Huarochirí, los cuales mandaron destruir por el
fuego a cerca de diez mil momias tutelares de aillos, viendo en
ellas a igual número de ídolos habitados por el demonio f
No fué de ninguna manera al demonio a quien los aillos pe-
ruanos consultaron, dentro de las modalidades de la idolatría que
indebidamente se les achacó.
Fjié, en un sentido de filial cariño, al progenitor, al funda-
dor de sus respectivas estirpes y de su nacionalidad ; y ello sobre