Page 179 - El Misterio de Belicena Villca
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corresponde, Sacerdotes de YHVH, purificar la Tierra! –la mirada de Bera era
                 interrogadora.
                        –¡Sí, –exclamaron Nasi y  Benjamín al unísono–.  Purificar la Tierra es
                 tarea de Sacerdotes! ¡Santificarla es facultad de YHVH!
                        –De acuerdo, Sacerdotes: ¡Nosotros, los Representantes de Melquisedec,
                 os ordenamos:  purificad esta tierra de Huelva, borrad todo vestigio del
                 Misterio del Fuego Frío, limpiad la Mancha del Culto a la Virgen de la Gruta!
                 Por sobre todo: ¡eliminad el recuerdo de esta tenebrosa Deidad! Pues no
                 habrá paz, ni en la Tierra ni el el  Cielo, y Rus Baal no será Tierra Santa,
                 mientras perdure la Presencia perturbadora de la Virgen de Agartha
                 portando su Semilla Maldita.
                        –Naturalmente –dijo Bera– que una  expiación semejante sólo será
                 efectiva si se reemplaza a un Culto por otro. En consecuencia, os ordenamos,
                 también, implantar en todos los lugares necesarios el Nuevo Culto de la Virgen
                 de los Milagros: ¡Ella iluminará con  Su Fuego Caliente las Tinieblas que
                 derramó la Intrusa! Cuando los Gentiles le entreguen su Corazón sin
                 reservas, la Intrusa será olvidada,  se apagará el recuerdo de su
                 abominación, y la Tierra quedará purificada: ¡entonces, y sólo entonces,
                 descenderá la Shekhinah en Rus Baal!
                        –¡Pero ese Culto ya existe! –interrumpió el Gran Maestre del Temple–.
                 ¡Justamente en la Rábida se adora a la  Virgen de los Milagros, la antigua
                 Proserpina de Palos, Señora de la Rabia!
                        –¡Os equivocáis, Sacerdote! –aseguró Bera, sonriendo horriblemente–. Me
                 estoy refiriendo a un Nuevo Culto  que reemplazará también al que vos
                 mencionáis: el Culto a la Gran Madre Binah, a quien advocaréis como
                 Virgen de los Milagros para evitar que los Gentiles sospechen la
                 sustitución, pero que recibirá varios Nombres Sagrados, sólo conocidos
                 por los Sacerdotes Iniciados, Golen y Rabinos. Me estoy refiriendo, pues, a la
                                                                                               Virgen
                 de la Ciñuela,
                                      o a la Virgen de la Cinta,
                                      o a la Virgen de la Barca,
                                      o a la Virgen del Niño de Barro,
                                      o a la Virgen del Fuego Caliente.


                        –¡Buscad Sacerdotes, buscad ya al monje escultor que habéis hecho venir
                 desde Francia!
                        El Abad de Claraval salió presuroso de la Biblioteca, y un instante después
                 entraba seguido del humilde monje cisterciense, que traía en sus manos un rollo
                 de pergamino y un tizón de carbón. El monje se detuvo frente a Bera, seguido del
                 Abad, y contempló aterrorizado el rostro diabólico del Inmortal.
                        –¡Escuchad bien, miserable! –le espetó Bera con los ojos llameantes de
                 odio–. Os voy a hacer una advertencia: sobre lo que veréis en este lugar, no
                 hablaréis jamás a nadie. Cumpliréis vuestro trabajo y luego os enclaustraréis de
                 por vida en un Monasterio de clausura. ¡Y ni se os ocurra desobedecer nuestro
                 mandato pues la Tierra será chica para ocultar vuestra traición! No obstante, no
                 confiamos en vos y seréis vigilado día y noche desde ahora. ¡Pero debéis saber,
                 criatura mortal, que ni  la Muerte os podrá librar de Nosotros, pues a los


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