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lugar donde éste decía que su compañero había desaparecido. De Las historias más conocidas cuyo tema principal es la rela-
pronto, «¡Chitón! —gritó Llewellyn—. Oigo música... el melodio- tividad del tiempo son las que pudiéramos llamar del ciclo «Rip
so son de las arpas.» van Winkle», tipificadas según numerosos relatos populares, su-
Todos escucharon pero no oyeron nada. Llewellyn tenía el pie puestamente calcados de hechos que realmente sucedieron. Por
en el borde exterior del círculo de las hadas. Dijo al narrador que extraño que parezca, volvemos a encontrar el mismo tema en el
pusiera su pie sobre el suyo, y entonces él también oyó el sonido antiquísimo folklore chino. Véase, si no, la historia de Wang Chi,
de muchas arpas y vio a un gran número de personillas bailando uno de los santos de los taoístas.
en un círculo de unos seis metros de diámetro. A continuación, to- Un día en que Wang Chi vagaba por las montañas de Ku Chow
dos los miembros del grupo hicieron lo propio y con idéntico resul- recogiendo leña, vio una gruta en la que unos ancianos jugaban al
tado. Entre los pequeños danzarines se encontraba Rhys. Llewellyn ajedrez. Se acercó para mirar el juego, dejando su hacha en el sue-
lo agarró por su sayo al pasar y tiró de él hasta sacarlo del círculo. lo. Uno de los ancianos le dio algo que parecía un dátil de piedra
Inmediatamente, Rhys preguntó: «¿Dónde están los caballos?», y y le ordenó que se lo metiera en la boca. «Así que lo hubo hecho,
pidió que le dejasen terminar la danza, que no había durado más dejó de sentir hambre y sed.» Poco tiempo después, uno de los
de cinco minutos. No lograron persuadirle de que había pasado viejos jugadores le dijo: «Hace ya mucho tiempo que viniste aquí;
mucho más tiempo. Se convirtió en un hombre melancólico, cayó deberías volver a tu casa.» Pero cuando se volvió para recoger su
enfermo y poco después murió. hacha, Wang Chi descubrió que el mango se había convertido en
Relatos parecidos se encuentran en La mitología de las hadas, polvo. Cuando descendió, al valle, encontró que no habían pasado
de Keightley, y otros libros, aunque, desde luego, la historia de horas ni días, sino siglos, y que nada quedaba del mundo que él
Rhys y Llewellyn es notable porque data del siglo xIx, sirviendo había conocido.
en cierto modo de eslabón entre el folklore de las hadas y el de Una tradición similar existe en Dinamarca. Por ejemplo, en
los OVNIS. En los cuentos de este tipo se encuentran diversas ma- un cuento típico de este siglo, una novia caminó reflexivamente
neras de recuperar a las personas arrebatadas. Una de ellas con- por los campos el día de su boda y pasó al pie de un montículo
siste en tocar al secuestrado con un pedazo de hierro, pues la re- «en el que los elfos se estaban divirtiendo». (Tenemos aquí de
pugnancia que sienten los seres sobrenaturales por este metal es nuevo un relato de esta gentecilla asociada con un objeto mágico
uno de los temas del folklore. descrito unas veces como una gran mesa redonda y plana, y otras
En el país de Gales existe un lugar cerca de Bridgend, donde veces como un otero. Un disco o un cono de gran tamaño descan-
se dice que una mujer que había sido arrebatada por las hadas sando en el suelo correspondería muy bien a esta descripción. Al
regresó allí diez años después, convencida de que su ausencia sólo referirse a la loma de las hadas, Hartland observa: «El otero es-
había durado diez días. Hartland nos conserva otra encantadora taba sostenido, como es costumbre en tales ocasiones, por colum-
narración sobre el mismo tema, concerniente a un muchacho lla- nas rojas.»)
mado Gitto Bach, de Little Griffith, hijo de un campesino que de- Los elfos ofrecieron a la novia una copa de vino, y ella se
sapareció: puso a bailar con ellos. Después regresó nuevamente a su casa,
donde no pudo encontrar a su familia. Todo había cambiado en
Durante dos años enteros nada se supo de él, mas, por úl- la aldea.
timo, una mañana en que su madre, que lo lloraba por muerto Finalmente, al oír sus voces, una mujer viejísima exclamó:
desde hacía tiempo, abrió la puerta, ¿a quién vio sentado en el «¿Eras tú, pues, la que desapareció durante la fiesta de esponsa-
umbral sino a Gitto con un hatillo bajo el brazo? Su vestido y
su aspecto eran exactamente los mismos que la última vez que les del hermano de mi abuelo, hace cien años?»
ella le vio, y no había crecido ni un centímetro. «¿Dónde has Al oír estas palabras, la pobre muchacha cayó al suelo y expiró.
estado todo este tiempo?», le preguntó su madre. «Pero si sólo Resulta verdaderamente fascinante descubrir estos relatos, que
falto desde ayer», contesto, y, abriendo el hatillo, mostró a su anteceden en muchos siglos a los viajes relativistas de Einstein
madre un traje que los «niñitos» como él les llamaba, le habían y Langevin.
dado como premio por haber bailado con ellos. El traje era de _ El lapso de tiempo sobrenatural del país de las hadas se aso-
papel blanco y sin costuras. Con precaución maternal, ella lo cia a menudo con el tema del amor entre el ser humano raptado
tiró al fuego. y una de las hadas. Éste es, por ejemplo, el caso de la historia
de Ossián, u Oisin: